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Internet, redes sociales, primavera árabe, censura, comunicación virtual, conflicto político, protestas ciudadanas
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En la primavera de 2011 estallaron una serie de revueltas en varios países árabes y provocaron la caída de regímenes que llevaban décadas en el poder, en algunos casos de una forma increíblemente rápida. Las primeras movilizaciones se produjeron en Túnez y pronto tuvieron eco en más sitios porque las protestas contagiaron a otros puntos de la zona y los conflictos llegaron enseguida a Egipto y a Libia (Fernández, 2011). Pero estos cambios políticos y sociales, sin precedentes en la historia reciente del mundo árabe, no son fruto de la casualidad, sino que se gestaron discretamente en los últimos años (Majdoubi, 2011). Solo faltaba un detonante para que los ciudadanos salieran a la calle porque las condiciones y los elementos necesarios para desencadenar las protestas estaban latentes entre la población por varias razones: grandes diferencias sociales, corrupción política, abuso de poder, falta de libertad y represiones continuas, restricciones de los derechos básicos de los ciudadanos, ostentación y privilegios de los gobernantes, etc. (Izquierdo, 2009).
El aislamiento tradicional al que estaban sometidos los países árabes se acaba cuando la globalización tecnológica deja inservibles las fronteras geográficas oficiales (Lago & Marotias, 2006). Entonces las relaciones virtuales empezaron a ser algo habitual, al poder contactar con cualquier lugar del mundo sin necesidad de realizar un desplazamiento físico (Esteinou, 2003). El imparable avance de Internet y de las redes sociales revolucionó los sistemas de comunicación y generó un intercambio continuo y masivo de información con el exterior (Roces, 2011). En este nuevo escenario, la sociedad árabe, especialmente los jóvenes, tienen a su alcance, por primera vez, unos medios que permiten sortear la censura y los controles del régimen (George-Cosh, 2010), pueden organizarse y compartir sus opiniones con foráneos, disponen de mecanismos para denunciar los abusos del Gobierno a través de plataformas con proyección mundial y, además, reciben apoyos de todo tipo del extranjero, desde asesoramiento sobre cuestiones estratégicas y logísticas para garantizar el éxito de las protestas hasta movimientos de solidaridad que hacen más visibles los conflictos.
Los medios estatales en los países árabes estaban controlados por el Gobierno o por los militares (Warda, 2012) y las redes sociales e Internet no solo han facilitado la libertad de información, sino también la libertad de expresión, de opinión y de asociación, aunque ésta sea virtual.
La comunicación con el exterior permite conocer otras realidades y comparar diferentes modelos sociales. Y en este contexto los jóvenes árabes vieron la oportunidad de mostrar su inconformismo latente y luchar por un cambio político integral (Majdoubi, 2011). Las continuas llamadas a la revolución a través de la Red consiguieron congregar a miles de ciudadanos en las calles. Las concentraciones multitudinarias en la emblemática plaza Tahrir, convertida en referencia, son un ejemplo de ese poder de convocatoria (Schechter, 2011). Internet y las redes sociales fueron útiles al inicio de las revueltas y también durante el desarrollo de los conflictos porque permitieron hacer un seguimiento de la evolución de los hechos (Roces, 2011). A pesar de la censura impuesta y de los continuos bloqueos informativos (Raoof, 2010), estas plataformas consiguieron que se tuviera conocimiento de lo que sucedía en los países árabes, algo que sensibilizó a la comunidad internacional.
Los medios de comunicación siempre han sido considerados elementos estratégicos en cualquier conflicto y prueba de ello es que los edificios de la radio y de la televisión estatal fueron los primeros lugares en ser protegidos por los regímenes cuando estallaron las revueltas en Túnez, en Egipto y en Libia (Castillo, 2012). Al no existir prensa libre e independiente, las informaciones que llegaban a los ciudadanos eran de medios locales afines a los gobernantes, casi siempre contaminadas con propaganda. Durante las protestas se ha limitado, dificultado o impedido, el acceso a la prensa extranjera con todo tipo de obstáculos para que los periodistas no pudieran trabajar en libertad ni contrastar las noticias. Los gobiernos no permitían la visita de informadores a lugares estratégicos o sensibles para que no trascendieran datos o imágenes sobre la fortaleza de los rebeldes o las debilidades del régimen (Raoof, 2010). Otras veces se ha intentado desacreditar a los medios internacionales acusándolos de parciales. Los periodistas han sido un objetivo en la mayoría de los conflictos y en las revueltas árabes muchos han sufrido ataques físicos mientras intentaban conseguir información, sobre todo cuando cubrían las manifestaciones. Se trataba de evitar testigos cualificados de los hechos (Rodríguez, 1999). Pero la Red modifica completamente los esquemas tradicionales del flujo comunicativo. Y en este nuevo escenario mantener el control de la información y de las comunicaciones resulta cada vez más complejo y difícil para los gobiernos (Etling, Kelly, Faris & Palfrey, 2009). La gran novedad y la diferencia sustancial de la primavera árabe de 2011 con respecto a otros conflictos anteriores es que, cuando estallaron las protestas de Túnez, de Egipto y de Libia, Internet y las redes sociales ya estaban instalados y consolidados en la sociedad y constituían una alternativa importante a los medios y a las infraestructuras de comunicación tradicionales. Aunque tiene características y objetivos diferentes, la Red puede cumplir funciones similares a la prensa, a la radio o a la televisión, o incluso eclipsarlos, una circunstancia que no se había dado hasta entonces en un contexto similar (De-Rivera, 2011).
Como la presencia de los periodistas no estaba permitida en todos los actos de protesta, en muchos casos, las únicas imágenes y testimonios que llegaban de las revueltas árabes eran las que ofrecían Internet y las redes sociales, conseguidas y difundidas casi siempre por ciudadanos anónimos que desconocen los criterios profesionales y, además, no disponen de recursos para contrastar los datos y ofrecer una información objetiva y veraz (Gómez-Diago, 2005), lo que se denomina periodismo sin filtros. Por eso varios autores, entre ellos Canga (2001), coinciden en señalar que la información que circula por la Red, desde el punto de vista periodístico, no tiene el mismo valor, ni las mismas garantías, que las noticias que ofrecen los medios clásicos. Y precisamente éste era uno de los argumentos utilizado constantemente por los gobiernos árabes para desacreditar aquellas informaciones que aparecían en Internet o en las redes sociales y que no les convenían. Solían decir que estaban descontextualizadas o que eran falsas. Pero hay otro factor determinante: muchos ciudadanos atribuyen la misma credibilidad a todos los soportes mediáticos porque no diferencian las funciones específicas de cada uno, y para ellos las imágenes que circulan por la Red son documentos cuya evidencia aparente certifica la veracidad de los hechos a los que se refieren, sin cuestionar otros detalles que se plantearía un profesional de la información (González, 1989). En este contexto, Internet y las redes sociales jugaban con ventaja respecto a las limitaciones técnicas y al control informativo al que estaban sometidos los medios locales árabes, algo que facilitaba el alcance y el impacto de los contenidos que se difundían a través de la Red.
Desde una perspectiva teórica se ha escrito mucho sobre el papel, la importancia y las posibilidades de la tecnología en el ámbito de la información y de la comunicación, pero el fenómeno de la implicación de Internet y de las redes sociales en las revueltas árabes invita a reflexionar también sobre los riesgos que conllevan determinadas herramientas si no se utilizan o regulan correctamente. Uno de los aspectos más controvertidos es la circulación descontrolada por la Red de información sensible o inadecuada para determinados sectores de la población que no disponen de la formación necesaria para descodificarla y gestionarla. Al mismo tiempo, tampoco hay que olvidar que la tecnología posibilita el control de las comunicaciones y de la información. Los mismos elementos que sirven para esquivar las barreras de la censura pueden convertirse en aliados de la represión, de hecho los gobiernos de los países árabes en los que estallaron las revueltas cortaron o bloquearon varias veces Internet durante las protestas para impedir que trascendiera lo que estaba ocurriendo. Otro de los riesgos es que la tecnología se utilice para desarrollar actividades propagandísticas (Belaali, 2011). Se ha comprobado que los gobiernos árabes se infiltraban continuamente en la Red para introducir mensajes trampa con informaciones engañosas cuyo objetivo era sabotear las estrategias de los rebeldes. El universo de las tecnologías de la información y de la comunicación es tan amplio que permite la convivencia de varios fenómenos, desde el acceso directo y rápido a las fuentes hasta la difusión y recepción inmediata de noticias en cualquier lugar del mundo. Pero también puede darse un descontrol informativo como consecuencia del acceso universal a la Red. Es uno de los principales riesgos del denominado periodismo sin filtros. Además, hay que tener en cuenta el volumen y la variedad de información que circula por Internet y por las redes sociales (Canga, 2001), un factor determinante que puede dificultar o incluso imposibilitar una gestión adecuada de los contenidos e influir en la eficacia de los mensajes.
Para conocer el papel de Internet y de las redes sociales en las revueltas árabes y comprobar los efectos y la eficacia de la tecnología como instrumento de comunicación en sociedades poco desarrolladas que han estado sometidas durante décadas a la represión de regímenes no democráticos, se ha realizado una serie de entrevistas on-line a 30 jóvenes de tres de los países protagonistas de los cambios políticos registrados durante la primavera árabe de 2011 y considerados los más emblemáticos, por las características y por el alcance de los conflictos: Túnez, Egipto y Libia. Se ha entrevistado a 10 jóvenes de cada uno de estos países, con edades comprendidas entre 19 y 25 años, que estudiaban, trabajaban o residían en Barcelona, Madrid y Santiago de Compostela desde que estallaron las revueltas hasta que se produjeron los cambios de gobierno. Estos jóvenes son representativos del perfil que predominaba en los apoyos virtuales a las revueltas árabes y esta característica permite conocer cómo se utilizó la tecnología para participar en los conflictos y apoyar las revueltas desde el exterior y también permite saber hasta qué punto Internet y las redes sociales influyeron en el desarrollo del proceso, que es el objetivo principal de esta investigación. Los 30 entrevistados eran partidarios de un cambio de régimen en su país y se les ha preguntado por lo siguiente: motivos de su implicación en las protestas, estrategias y técnicas de comunicación utilizadas, características y evolución de los contenidos de los mensajes (enviados y recibidos), perfil de las personas con las que se relacionaban virtualmente y cómo valoran su apoyo a las revueltas desde el extranjero.
Los resultados de las entrevistas han sido confrontados con las informaciones aparecidas en ese periodo en tres medios de comunicación españoles («TVE», «El País» y «El Mundo») sobre la situación política y social en Túnez, Egipto y Libia. El objetivo de esta comparación es comprobar si los medios de comunicación generalistas son una referencia y una fuente de información habitual para los usuarios de Internet y de las redes sociales.
Mientras duraron las protestas en los tres países referidos se hizo un seguimiento de las actividades de los 30 jóvenes mediante entrevistas periódicas on-line, una cada mes, para disponer de datos precisos que permitieran realizar un análisis cualitativo y cuantitativo de la evolución de las comunicaciones en las distintas fases de los conflictos y saber si se mantuvo siempre la misma intensidad en las acciones de apoyo o si hubo oscilaciones desde el comienzo de las revueltas. En la entrevista final, además, se les pidió que hicieran un balance, desde su punto de vista, del papel que han jugado Internet y las redes sociales en todo el proceso y una valoración de los cambios producidos en sus países, especificando los factores que creían que habían contribuido de forma decisiva a la caída del los regímenes.
Los conceptos y las ideas utilizados como referencias principales en esta investigación son los siguientes: información útil, diseño de estrategias comunicativas, acciones conjuntas, actuaciones coordinadas y posibilidades informativas y comunicativas derivadas del uso de Internet y de las redes sociales en situaciones de conflicto, sin olvidar la capacidad organizativa que tiene la tecnología como elemento de cohesión social, al margen de su dimensión comunicativa.
El 92% de los jóvenes árabes entrevistados cree que Internet y las redes sociales hicieron más visibles en el exterior las protestas y los conflictos de sus países y sostienen que ambas plataformas compensaron en parte los bloqueos informativos y la censura a la que estaban sometidos los medios locales. Pero, a la hora de valorar con precisión el papel de la tecnología en las revueltas, bajan hasta el 45% los que afirman que la Red ha influido en el desarrollo de los hechos y en el éxito de las protestas de la primavera árabe y solo el 32% califica como decisivos los apoyos virtuales. Estos últimos consideran que se precipitaron las caídas de los gobiernos porque a través de Internet y de las redes sociales se conocieron fuera las consecuencias de las represiones que se cometían y eso desencadenó la solidaridad de muchos países con los rebeldes, algo que contribuyó al aislamiento de los regímenes. Al 81% les ha sorprendido un estallido de las revueltas tan repentino y generalizado, aunque eran conscientes del malestar social y esperaban algún movimiento ciudadano, pero no tan drástico ni tan inmediato. Pensaban que los conflictos se prolongarían durante años silenciosamente, de hecho el 56% calculaba que los cambios llegarían con la desaparición natural de los líderes políticos.
El 89% reconoce la falta de una estrategia común que permitiera el desarrollo de una actuación conjunta y eficaz y admiten que la mayoría de sus actividades en la Red eran acciones espontáneas e individuales que respondían a un sentimiento de solidaridad con quienes querían mejorar la sociedad de su país. Dentro de este grupo, el 75% opina que la falta de coordinación y de asesoramiento ha sido uno de los mayores problemas que ha habido en todo el proceso y que el éxito de Internet y de las redes sociales en las revueltas árabes hubiera sido mucho mayor si todas las comunicaciones respondieran a un plan diseñado desde el inicio, con criterios centrados en temas estratégicos, en lugar de desaprovechar las posibilidades de la Red con informaciones poco útiles. Para estos jóvenes una buena coordinación optimizaría los recursos, permitiría establecer filtros que evitaran duplicidades y facilitaría la gestión de la información. Precisamente, uno de los problemas al que se enfrentaban los activistas de los países árabes cada día era la recepción y codificación de un volumen de datos tan extraordinario que saturaba los canales de comunicación y así perdía parte de su utilidad por ser inmanejable, según manifiestan los entrevistados. También admiten que en los mensajes se repetían contenidos constantemente, sobre todo resúmenes de prensa con noticias de apoyo a las protestas por parte de gobiernos extranjeros, informaciones sobre manifestaciones de solidaridad con la primavera árabe celebradas en diferentes países y envíos masivos de datos irrelevantes.
Pero, al mismo tiempo, el 62% afirma que una estrategia diseñada con criterios profesionales es algo utópico porque requeriría infraestructuras adecuadas e implicaría un proceso de organización y un trabajo previo muy complejo que no estaba a su alcance, tanto por la disponibilidad de recursos materiales como de tiempo libre. Además, el 47% sostiene que la falta de criterios homogéneos y de pautas de actuación comunes en las acciones llevadas a cabo durante los conflictos en los países árabes, aunque sea algo caótico y poco operativo, es lo que define la filosofía del movimiento de apoyo a las revueltas a través de Internet y de las redes sociales, unas acciones que, según los entrevistados, están basadas en la solidaridad, en la espontaneidad y en la libertad individual que debe predominar en el uso activo y pasivo de la Red.
Del análisis de las entrevistas se desprende que los jóvenes árabes residentes en Barcelona, en Madrid y en Santiago de Compostela apenas se coordinaban entre sí o con otros compañeros o conocidos, excepto en ocasiones muy puntuales, como algunos fines de semana cuando se reunían y sometían a debate temas que consideraban delicados o importantes. Solo el 11% reconoce haberse asesorado en algún momento con expertos. Las consultas realizadas casi siempre se referían a posibles estrategias para hacer más eficaces e impactantes las protestas, fórmulas para buscar apoyos internacionales y cuestiones legales para proteger a sus familias y amistades. Pero el 38% lamenta que las recomendaciones que transmitían no siempre eran acertadas porque las circunstancias del país cambiaban constantemente debido a las evoluciones imprevisibles de los conflictos. Por eso admiten que a través de la Red se han dado consejos imprudentes que conllevaban el riesgo de desembocar en acciones temerarias porque en varias ocasiones han comprobado a posteriori que muchas informaciones carecían de rigor y, más que en datos reales, estaban basadas en deseos, en emociones, en comentarios y en rumores.
Para el 82% el objetivo principal era la máxima difusión posible de imágenes de las manifestaciones que se celebraban a diario en las calles de Túnez, de Egipto y de Libia y también publicar datos y testimonios de las atrocidades que se cometían contra la población civil. Así conseguían deteriorar la credibilidad del régimen y que se conociera en el extranjero la realidad del país, particularmente la dimensión de las represiones. Y para el 63% la segunda prioridad era mantener bien informados a sus conciudadanos sobre los apoyos, la repercusión y las valoraciones, que se hacían de los conflictos desde el exterior porque desconfiaban de las versiones de la prensa local, muy condicionada por el control informativo, por la censura y por la propaganda. Este grupo de entrevistados considera que la información suministrada a través de la Red, a pesar de la falta de rigor de algunos datos, tal como se indicaba antes, ayudaba a configurar una opinión más realista sobre los conflictos y, sobre todo, a mantener el ánimo de los jóvenes árabes implicados directamente en las protestas porque así, según ellos, se sentían apoyados moralmente.
El 78% mantiene que en la visibilidad de las revueltas árabes influyeron mucho las posibilidades intrínsecas de la tecnología. De hecho el 59% asegura que tenían pocos conocimientos sobre gestión de la información en escenarios virtuales y el hecho de haber participado en los conflictos de su país a través de la Red les ha servido para conocer mejor las tecnologías de la información y de la comunicación. Al 23% la experiencia de las revueltas les ha hecho reflexionar sobre las capacidades y los riesgos de Internet y las redes sociales.
A pesar de reconocer el valor de algunas acciones, el 89%, tal como se decía antes, admite la falta de una estrategia común y consideran que han desaprovechado buena parte del potencial que ofrece la Red porque muchos mensajes se limitaban a testimonios de solidaridad y de apoyo moral a los jóvenes árabes que participaban en las protestas y no siempre se aportaba información útil. Las autocríticas de los entrevistados sobre su participación virtual en el proceso se incrementan considerablemente en la última fase del conflicto. En la primera oleada un 79% creía estar actuando correctamente, pero el grado de satisfacción desciende hasta el 34% en la última entrevista, cuando ya se había producido un cambio de gobierno en los tres países. A los más críticos las acciones les parecían oportunas al principio, pero al analizarlas con perspectiva relativizan mucho su eficacia.
Los datos de las entrevistas reflejan cambios cualitativos y cuantitativos en la utilización de Internet y de las redes sociales durante el tiempo que duraron las revueltas y así lo reconocen el 90% de los jóvenes, que admiten que hubo una evolución importante en la intensidad, en la frecuencia y en los contenidos de las comunicaciones desde el inicio de las protestas hasta la caída de los regímenes. Primero se comunicaban mayoritariamente con amigos y conocidos, y luego fueron ampliando el círculo de interlocutores. Además, las circunstancias y las situaciones puntuales condicionaban las características de los mensajes. En las comunicaciones iniciales se interesaban más por detalles anecdóticos y en las fases posteriores había una mayor implicación en los problemas. Según avanzaban y se recrudecían los conflictos, aumentaba la preocupación por el estado de sus familiares y amigos.
Al ser preguntados por los motivos por los que han decidido participar activamente en las revueltas de sus países desde el extranjero a través de la Red, el 86% de los jóvenes entrevistados dicen que se han visto envueltos en un fenómeno nuevo e inesperado y que, al principio, lo hicieron por solidaridad, como ya se ha dicho, y luego han seguido colaborando por distintas causas, pero la mayoría coinciden en señalar dos. El 61% sentía la obligación moral de hacer algo por su país y el 74% se implicó en el proceso de forma virtual, no solo por solidaridad, sino también por convicciones ideológicas, porque se trataba de una oportunidad única para forzar un cambio político que permitiera mejorar las condiciones en su país y tener libertad y democracia en el futuro. Solo el 10% se dejó convencer por amigos y los demás participaron por otras razones.
Al margen de los intercambios de información con amigos y conocidos, el 83% mantenía contacto permanente a través de las redes sociales con algún familiar, casi siempre con alguien joven porque los mayores casi no usan la tecnología, pero la frecuencia y los contenidos de los mensajes eran muy diferentes en cada caso. Durante el periodo analizado el 87% de las comunicaciones con amistades estaban centradas en cuestiones políticas o relacionadas con la evolución de las protestas, mientras que en el 95% de los mensajes enviados a la familia se preocupaban por su bienestar.
Aunque la base de las comunicaciones entre los jóvenes árabes residentes en Barcelona, Madrid y Santiago de Compostela y sus conciudadanos de Túnez, Egipto y Libia era Internet y las redes sociales, el 71% también utilizaba las versiones digitales de los medios generalistas españoles y extranjeros como fuente de información (el 30% a diario o casi a diario, el 19% una o dos veces a la semana y el 22% en ocasiones puntuales), sobre todo para conocer detalles de las reacciones internacionales a los conflictos. El 65% confiaba bastante en los medios generalistas porque las fuentes procedían de terceros países y eso lo consideraban una garantía de objetividad y de neutralidad (Gómez-Diago, 2005). Estas informaciones les ayudaban a comprobar y a contrastar el alcance de los enfrentamientos y les proporcionaban detalles para poder evaluar las debilidades, las fortalezas y las estrategias del régimen, con criterios bastante objetivos, según su opinión, y así podían calcular la capacidad de resistencia de los rebeldes. Luego transmitían sus impresiones a través de las redes sociales. Así las noticias de los medios extranjeros y españoles se convertían, con frecuencia, en un detonante que influía en el volumen y en la intensidad de los mensajes, tanto en los casos en que aumentaba el nivel de preocupación como cuando se intuían expectativas de triunfo.
Al comparar los resultados de las entrevistas con las informaciones sobre las revueltas árabes que aparecían en «TVE», en «El País» y en «El Mundo» en ese mismo periodo, se advierte que las noticias sobre los episodios de mayor intensidad registrados durante las protestas coinciden con las fechas que los entrevistados asocian con momentos de auge en el tráfico de información en la Red, un paralelismo que también se aprecia en los contenidos de los mensajes. Los entrevistados admiten que los medios generalistas eran para ellos una fuente de información y un referente habitual y que, con frecuencia, recurrían a las noticias de estos medios para mantener informados y actualizados a sus conciudadanos sobre las reacciones internacionales que se producían ante el desarrollo de los conflictos y los apoyos externos con que podían contar en cada momento. Al 73% de los jóvenes las informaciones sobre las revueltas árabes que publicaban los medios españoles les inspiraban bastante confianza porque, según ellos, disponen de una infraestructura y de unos recursos humanos adecuados para obtener información fiable y privilegiada que no está al alcance de todos, aunque para el 55% no todos los medios tienen la misma sensibilidad respecto a los problemas de los países árabes, algo que puede afectar al enfoque, al posicionamiento sobre los conflictos y al tratamiento de la información.
El 64% de los jóvenes son muy críticos con el desarrollo del proceso revolucionario en Túnez, en Egipto y en Libia porque creen que no se ha gestionado bien, y para el 52% los logros conseguidos no son sólidos ni suficientes para garantizar una democracia estable y libertad plena en el futuro. El 43% no espera grandes progresos, a pesar de los triunfos aparentes, porque para ellos un cambio de régimen no implica necesariamente un cambio social profundo. Solo el 26% se declara satisfecho con la situación actual.
Los cambios políticos y sociales que se han producido en los países árabes en los dos últimos años no se pueden atribuir a una sola causa. Son fruto de varios factores: una evolución social inevitable, acelerada gracias al contacto permanente de la población con el exterior, un descontento generalizado debido a la precaria situación económica, provocada en gran medida por la corrupción de los gobiernos, y el deseo de la sociedad de mejorar sus condiciones de vida y alcanzar mayores dosis de libertad. En este contexto, la tecnología ha desempeñado un papel determinante. Por eso hay que tener en cuenta las posibilidades comunicativas que ofrecen Internet y las redes sociales para analizar y comprender la gestación y el desarrollo del proceso que ha derivado en las revueltas y en la posterior caída de los regímenes de Túnez, de Egipto y de Libia.
Existe la impresión de que los apoyos virtuales a las revueltas árabes estaban basados en acciones coordinadas, pero el análisis de la realidad, como se puede comprobar en los datos de esta investigación, demuestra que no es así; simplemente había una confluencia de actos similares que coincidían en el tiempo y en la misma plataforma de forma casual. Pero también existía un importante efecto mimético, desarrollado a partir de los primeros testimonios internacionales de solidaridad, que se transformó en un fenómeno masivo como consecuencia de la capacidad de convocatoria de la Red y del efecto llamada o efecto imitación. Y esto provocó que las adhesiones fueran aumentando progresivamente desde el inicio.
En el desarrollo de los conflictos ha jugado un papel muy importante el factor compromiso y también la solidaridad, valores que han influido de forma decisiva en la implicación de los jóvenes en las actividades de apoyo a las revueltas que se han realizado a través de la Red.
Los ciudadanos árabes, tanto los residentes en su país como los que vivían en el extranjero, aprovecharon por primera vez una posibilidad que hasta entonces pocas veces había sido utilizada de una forma tan masiva y directa: acciones individuales enfocadas hacia una comunicación grupal, aportaciones e ideas personales para un objetivo común. Este flujo comunicativo derivó en una acción conjunta no coordinada que se podría definir como una comunicación de masas basada en las relaciones virtuales que son posibles gracias a la Red. Esto demuestra que la tecnología puede actuar como un arma de acción asociada a un fenómeno reivindicativo local y conseguir que adquiera una dimensión global.
Los medios de comunicación generalistas son una fuente de información para los usuarios de la Red. Pero, además de las funciones que corresponden a los medios clásicos, Internet y las redes sociales ofrecen servicios alternativos que no están al alcance de la prensa, ni de la radio, ni de la TV y que en sociedades poco desarrolladas, como es el caso de los países árabes donde estallaron las revueltas, se convierten en algo clave: mantener a los ciudadanos intercomunicados e informados en todo momento, tanto internamente como con el exterior, prácticamente gratis y con feed-back casi inmediato. Gracias a estas posibilidades se desarrolló un fenómeno comunicativo sin precedentes que facilitaba la comunicación y la relación virtual entre personas con perfiles muy diferentes, un intercambio comunicativo plural, pero con un objetivo común: el interés por la evolución de los conflictos sociales y políticos surgidos en varios países árabes.
Estos servicios son los responsables de parte del éxito (o del protagonismo) de la Red en las revueltas árabes porque, aunque no existía una coordinación profesional entre los activistas, el hecho de posibilitar el contacto entre los ciudadanos permite mejorar las condiciones para organizar acciones conjuntas, algo esencial en la programación y en el desarrollo de las protestas. Y estas oportunidades son uno de los aspectos novedosos de las revueltas porque tanto Internet como las redes sociales, desde una perspectiva histórica, si se comparan con la trayectoria de los medios de comunicación clásicos, son muy recientes y aún no había surgido una oportunidad para desarrollar su potencial en un contexto tan peculiar y tan complejo y así conocer sus posibilidades comunicativas y su capacidad de influencia.
El papel de la Red, su eficacia y la intensidad de las comunicaciones, ha sido diferente en los distintos momentos de los conflictos. Internet y las redes sociales fueron útiles para superar el aislamiento de la sociedad árabe, para hacer visibles las revoluciones y para conseguir apoyos relevantes del exterior. Pero los jóvenes entrevistados reconocen que la ilusión era mayor al principio porque poco a poco iban apareciendo dificultades que no se solucionaban con la tecnología y pronto se dieron cuenta del espejismo que estaban viviendo. Además, descubrieron las limitaciones de la Red frente a la infraestructura de propaganda que el régimen había instalado en todo el país. Y luchar contra unos recursos tan poderosos era algo complicado.
La Red también cumple una función testimonial y notarial. Los mensajes enviados permanecen registrados y son una radiografía de la evolución de los hechos y de los estados de ánimo, ya que las manifestaciones de euforia variaban en función de los triunfos y de los fracasos que se producían en las distintas fases de las revueltas.
Los jóvenes entrevistados reconocen que se han producido cambios importantes y significativos, progresos relevantes y necesarios, pero la mayoría son escépticos con la permanencia de las conquistas y creen que a corto plazo no habrá una evolución integral en todos los ámbitos para llegar a una sociedad moderna y libre. Consideran que muchos de los logros conseguidos no están consolidados y arraigados como para ser considerados irreversibles y definitivos, y piensan que en algunos aspectos existe riesgo de retroceso. Además, distinguen entre cambios importantes y cambios impactantes. Así, al pedirles que especifiquen en qué aspectos o en qué sectores se han notado más los avances y en cuáles ha habido menos evoluciones, o menos democratización, sostienen que, aparentemente, hay más libertad individual pero, en cambio, no se han modificado las estructuras del Estado ni las leyes más represivas que afectan a la esencia de la democracia, con lo cual muchos logros quedan sin efecto. Y también sostienen que las reformas políticas tienen que ir acompañadas de una reforma económica para que sean viables y sostenibles.
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