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Revista Comunicar 56: Ciberacoso. La amenaza sin rostro (Vol. 26 - 2018)

Inteligencia emocional y cibervictimización en adolescentes: El género como moderador

Emotional intelligence and peer cybervictimisation in adolescents: Gender as moderator

https://doi.org/10.3916/C56-2018-01

Lourdes Rey

Cirenia Quintana-Orts

Sergio Mérida-López

Natalio Extremera

Abstract

Dilucidar los factores personales que protegen contra las consecuencias psicológicas de la cibervictimización podría ayudar a una detección e intervención escolar más eficaz. Ningún estudio ha examinado el papel de la inteligencia emocional (IE) y el género en adolescentes víctimas de ciberacoso y cómo estas dimensiones interactuan para explicar la cibervictimización. El objetivo de este estudio fue examinar la relación entre IE y cibervictimización, y el papel moderador de las habilidades de IE y el género como predictores de la cibervictimización en una muestra de 1.645 adolescentes españoles (50,6% mujeres) de edades entre 12 y 18 años. Con respecto a la prevalencia, nuestros resultados indicaron que el 83,95% de la muestra no eran cibervíctimas mientras un 16,05% eran cibervíctimas ocasionales o severas. Los resultados mostraron que los déficits en IE y sus dimensiones se asociaron positivamente con la cibervictimización en ambos géneros, pero más en mujeres. Además, se encontró una interacción significativa entre regulación emocional y género explicando las experiencias de cibervictimización. Aunque no hubo interacción para los hombres, para las mujeres el déficit en regulación emocional se asoció significativamente a mayor cibervictimización. Nuestros hallazgos proporcionan apoyo empírico para el corpus teórico que conecta las habilidades de IE, el género y la cibervictimización, sugiriendo que la regulación emocional puede ser considerada un recurso valioso, así como de inclusión en futuros programas de prevención de cibervictimización ajustados por géneros.

Elucidating personal factors that may protect against the adverse psychological outcomes of cyberbullying victimisation might help guide more effective screening and school intervention. No studies have yet examined the role of emotional intelligence (EI) and gender in adolescent victims of cyberbullying and how these dimensions might interact in explaining cybervictimisation experiences. The main aim of this study was to examine the relationship between EI and cybervictimisation, and the interactive link involving EI skills and gender as predictors of cyberbullying victimisation in a sample of 1,645 Spanish adolescents (50.6% female), aged between 12 and 18 years. Regarding the prevalence of cybervictimisation, our results indicated that over 83.95% of the sample were considered non-cyber victims, while 16.05% experienced occasional or severe cyber victimisation. Additionally, findings indicated that deficits in EI and its dimensions were positively associated with cyber victimisation in both genders, but were stronger in females. Besides, a significant emotion regulation x gender association was found in explaining cyber victimisation experiences. While no interaction was found for males, for females the deficits of emotion regulation were significantly associated with greater victimisation. Our findings provide empirical support for theoretical work connecting EI skills, gender and cyber victimisation, suggesting emotion regulation skills might be considered as valuable resources, as well as the inclusion in new gender-tailored cyberation victimisation prevention programmes.

Keywords

Inteligencia emocional, ciberacoso, victimización, adolescentes, regulación emocional, género, cibevictimización y habilidades socio-emocionales

Emotional intelligence, cyberbullying, victimisation, adolescents, emotional regulation, gender, cybervictimization and socio-emocional abilities

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1. Introducción

El acoso escolar es considerado un problema psicosocial grave que tiene lugar durante la adolescencia en centros escolares de todo el mundo (Book, Volk, & Hosker, 2012; Casas, Del Rey, & Ortega-Ruiz, 2013). Como resultado del creciente uso de las redes sociales y las nuevas tecnologías, el ciberacoso ha surgido como un tipo de abuso en el ciberespacio que está relacionado con el acoso escolar (Kowalski, Giumetti, Schroeder, & Lattanner, 2014). El ciberacoso, también conocido como acoso digital, es definido como el conjunto de mensajes hostiles y agresivos repetitivos que son enviados a través de medios electrónicos contra una víctima que no puede defenderse fácilmente (Hinduja & Patchin, 2009). De acuerdo a un reciente metaanálisis, los índices de prevalencia del ciberacoso y la victimización varían de acuerdo a las definiciones del fenómeno. En general, la mayoría de los estudios sobre ciber­acoso muestran unos índices de prevalencias de entre un 10 y un 40% de adolescentes implicados, encontrando un 15% de incidencia para la cibervictimización (Zych, Ortega-Ruiz, & Del Rey, 2015). En comparación con el acoso escolar tradicional, el uso de medios electrónicos proporciona nuevos retos a la intervención debido a características como el anonimato, la rápida diseminación social y el fácil acceso a las víctimas (Alvarez-Garcia, Nuñez, Dobarro, & Rodriguez, 2015; Tokunaga, 2010). Así, las experiencias de ciberacoso están consistentemente asociadas con un amplio rango de consecuencias. Por ejemplo, los jóvenes que se enfrentan al ciberacoso informan de mayores niveles de problemas psicosomáticos que aquellos no implicados en estas situaciones (Beckman, Hagquist, & Hellström, 2012), así como de mayores niveles de síntomas depresivos (Nixon, 2014), mayores niveles de síntomas de ansiedad (Sontag, Clemans, Graber, & Lyndon, 2011), menor autoestima (O’Brien & Moules, 2013) e incluso mayores niveles de intentos e ideaciones suicidas (Gini & Espelage, 2014). Además, ser víctima de ciberacoso afecta negativamente al ajuste social y emocional de las víctimas (Elipe, Mora-Merchan, Ortega-Ruiz, & Casas, 2015). Concretamente, la cibervictimización se ha asociado con sentimientos negativos como la ira, el enfado, la tristeza, la desesperanza, el miedo, la vergüenza, la culpa o la soledad (Elipe & al., 2015; Ortega, Del Rey, & Casas, 2012).

Cuando la victimización entre iguales no se maneja apropiadamente puede tener una gran influencia en el desarrollo de problemas internalizados y externalizados que implican un deterioro del bienestar (Zych & al., 2015). Sin embargo, todas las cibervíctimas no desarrollan las mismas consecuencias negativas o con el mismo grado de intensidad (Dredge, Gleeson, & Garcia, 2014; Elipe & al., 2015). Se considera que determinados factores de riesgo y de protección contribuyen a importantes aspectos del ajuste cognitivo y socio-emocional (Gini, Pozzoli, & Hymel, 2014; Kowalski & al., 2014). La investigación sugiere que ciertas variables cognitivas y sociales pueden determinar el impacto que la cibervictimización tiene sobre la salud mental, tales como las habilidades sociales, la empatía o los rasgos de personalidad, entre otros (Perren & al., 2012; Ttofi, Farrington, & Lösel, 2014). Durante las dos últimas décadas, una variable que ha mostrado evidencias de su potencial papel como amortiguador ante los efectos negativos del ciberacoso es la inteligencia emocional (IE) (Baroncelli & Ciucci, 2014; Elipe & al., 2015; Extremera, Quintana-Orts, Mérida-López, & Rey, 2018).

La literatura sobre IE ha mostrado que el modo en que las personas procesan la información emocional durante los eventos estresantes es relevante para un funcionamiento saludable y unas relaciones positivas (Rey & Extremera, 2014). Desde el denominado modelo de habilidad, la IE es conceptualizada como un conjunto de habilidades para percibir, acceder, comprender y regular las emociones para promover el crecimiento emocional e intelectual (Mayer & Salovey, 1997). Diferentes estudios han revelado que los adolescentes con IE son capaces de usar y regular sus emociones y las de los demás para mejorar su felicidad y su bienestar y prevenir el desajuste psicológico (Fernandez-Berrocal & Extremera, 2016; Hill, Heffernan, & Allemand, 2015; Tucker, Bitman, Wade, & Cornish, 2015). Investigaciones previas en relación al acoso escolar tradicional y la cibervictimización han señalado que los estudiantes con mayores niveles de IE son menos victimizados por sus iguales e incluso experimentan más comportamientos sociales positivos (Elipe & al. 2015; Garaigordobil & Oñederra, 2010; Lomas, Stough, Hansen, & Downey, 2012). Recientemente, Elipe y otros (2015) encontraron que altos niveles de claridad emocional pero bajos niveles de reparación en las cibervíctimas contribuye a un impacto emocional negativo, mientras que altos niveles de atención junto con altos niveles de reparación tienden a reducir la ira y la depresión entre estudiantes universitarios. Estos resultados sugieren el papel crucial de la IE en el ciberacoso, especialmente de la dimensión de regulación emocional.

Las diferencias de género son un factor clave en relación con el ciberacoso y la IE, al demostrar un impacto relevante sobre la salud y la adaptación social. A pesar de los resultados contradictorios de los estudios sobre la prevalencia de la cibervictimización (Del Rey, Elipe, & Ortega-Ruiz, 2012), la mayoría de ellos han encontrado que las mujeres son más victimizadas que los hombres (Kowalski & al., 2014; Li, 2006; Palermiti, Servidio, Bartolo, & Costabile, 2017). Además, centrándonos en las emociones, las cibervíctimas tienen una mayor habilidad para atender a sus emociones y una menor habilidad para comprenderlas y regularlas (Elipe & al., 2015; Ortega & al., 2012). Sin embargo, pocos estudios se han centrado en examinar las diferencias de género en las habilidades de IE en el contexto del ciberacoso en una muestra española de estudiantes de educación secundaria. El objetivo de este estudio es aportar evidencias en esta dirección, concretamente, examinar la interacción entre la IE y las experiencias de cibervictimización y el papel potencial del género para moderar esta relación en una amplia muestra de adolescentes españoles.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, los objetivos de este estudio fueron tres: por un lado, analizar el papel de la IE en relación a las diferencias de género de las víctimas de ciberacoso entre adolescentes españoles. Por otro, examinar la validez predictiva de las dimensiones de IE en relación a la cibervictimización. Finalmente, examinar si existe una interacción significativa entre IE y género co­mo predictores concurrentes de la cibervictimización más allá de los efectos directos de las variables socio-demográficas y la IE. De acuerdo con la literatura, se hipotetizan diferencias entre hombres y mujeres y se esperan encontrar evidencias de una interacción significativa entre IE y género pa­ra explicar la cibervictimización.

2. Materiales y metodología

2.1. Participantes

La muestra estaba formada por 1.645 adolescentes (50,6% chicas), con edades comprendidas entre los 12 y 18 años (M=14,08; DT=1,53) procedentes de seis centros públicos de la provincia de Málaga (España). La selección de centros se realizó de acuerdo a su disponibilidad para participar en el estudio, con un porcentaje similar de adolescentes perteneciente a los diferentes centros educativos. En relación al nivel educativo, el 29,1% asistía a clases del primer curso de Educación Secundaria Obligatoria; el 27,7% estaba en segundo curso; el 21,8% era de tercer curso y el 12,6% era de último curso de Educación Secundaria Obligatoria. El resto de los participantes asistían a Bachillerato y Formación Profesional (8,8%).

2.2. Medidas

• Cibervictimización. Esta variable se midió con la dimensión de cibervictimización del Cuestionario del Pro­yecto Europeo de Intervención de Ciberbullying (ECIPQ; Brighi, Guarini, Melotti, Galli, & Genta, 2012; Del Rey & al., 2015). Se compone de 11 ítems evaluados a través de una escala tipo Likert (ejemplo: alguien ha colgado vídeos o fotos mías comprometidas en Internet) con cinco opciones de respuesta, que evalúa la frecuencia de comportamientos experimentados durante los últimos dos meses, (desde 0=No hasta 4=Más de una vez a la semana). Esta subescala ha mostrado adecuadas propiedades psicométricas (Casas & al., 2013; Ortega-Ruiz & al., 2012). En la presente muestra, el coeficiente alpha de Cronbach fue adecuado (0,86). Siguiendo los criterios utilizados por Elipe, De-la-Oliva y Del Rey (2017), consideramos «no-cibervíctimas» a los estudiantes que marcaron la opción de «no» o la opción de «una o dos veces» en todos los ítems; «cibervíctimas ocasionales» a los estudiantes que indicaron que al menos uno de los comportamientos les había ocurrido con una frecuencia de «una o dos veces al mes»; y «cibervíctimas severas» a los estudiantes que indicaron que al menos uno de los comportamientos les había ocurrido «más de una vez a la semana o más».

• Inteligencia emocional. Se evaluó usando la escala de IE de Wong y Law (WLEIS; Law, Wong, & Song, 2004), un cuestionario compuesto por cuatro dimensiones: evaluación de las propias emociones o percepción intrapersonal, evaluación de las emociones de los demás o percepción interpersonal, uso de las emociones o asimilación emocional y regulación de las emociones o regulación emocional. La escala consta de un total de 16 ítems con una escala tipo Likert con siete opciones de respuesta desde 1 (totalmente en desacuerdo) hasta 7 (totalmente de acuerdo). Esta escala ha mostrado buenos índices de fiabilidad en muestras españolas (Rey, Extremera, & Pena, 2016). En este estudio, el coeficiente alpha de Cronbach fue 0,88 para la puntuación total, 0,75 para percepción intrapersonal, 0,72 para percepción interpersonal, 0,77 para asimilación emocional y 0,80 para regulación emocional.

2.3. Procedimiento

Este estudio fue parte de un Proyecto más amplio que examinó la relación entre fortalezas e indicadores de salud en adolescentes. Previo a la recogida de datos, los miembros del equipo directivo de los diferentes centros seleccionados aleatoriamente recibieron una breve explicación sobre la investigación y una petición para su colaboración acompañada de documentos de consentimiento informado. El estudio sigue los valores éticos requeridos en investigación con personas y ha sido aprobado por el Comité Ético de la Universidad de Málaga, España (62-2016-H). Los cuestionarios se completaron durante el segundo trimestre del curso académico 2016/2017 durante clases de tutoría. Un profesor del centro y un investigador asistente estuvieron presentes en clase para prestar ayuda con cualquier pregunta. A los adolescentes se les informó de los objetivos del estudio y su naturaleza voluntaria y confidencial. Los participantes tuvieron una hora para responder a la batería de preguntas.

3. Resultados

3.1. Análisis descriptivos

Los estadísticos descriptivos (Tabla 1) y los análisis de prevalencia se realizaron con intención de examinar todas las variables incluidas y el porcentaje de cibervictimización informado por la muestra. En relación a la prevalencia de cibervictimización, el 16,05% de los participantes informaron que al menos uno de los comportamientos de la escala les había ocurrido «una o dos veces al mes» o «una o dos veces a la semana o más frecuentemente» (7,78% víctimas ocasionales y 8,27% severas, respecti­-va­­mente). Como se muestra en la Figura 1, los tipos de cibervictimización experimentados más frecuentemente fueron «insultos sobre mi persona a otros a través de Internet o mensajes SMS» (10,21%), seguidos por «insultos directos a través de correo electrónico o mensajes SMS» (6,99%). Por el contrario, solo un 1,64% informó que «al­guien había creado una cuenta falsa para intentar suplantar su identidad». Finalmente, un 2,13% recibió «amenazas a través de mensajes de texto u online» con una frecuencia de una vez a la semana o más.

3.2. Diferencias de género en relación a IE y cibervictimización

Se realizó un análisis de la varianza ANOVA de un factor para examinar las diferencias de género. Se siguieron los criterios de Cohen (1988) para estimar el tamaño del efecto de las diferencias por género. Los resultados se muestran en la Tabla 1. Encontramos que los chicos puntuaron más alto en percepción intrapersonal, asimilación emocional, regulación emocional e IE total, mientras que las chicas informaron de mayores puntuaciones en percepción interpersonal y cibervictimización. Se realizó un análisis de correlación de Pearson para examinar las asociaciones entre las dimensiones de IE y cibervictimización de manera diferencial para chicas y chicos. Como se muestra en la Tabla 2, la dimensión de percepción intrapersonal se relacionó negativamente con los niveles de cibervictimización para chicas y para chicos. De manera destacada, asimilación emocional y regulación emocional se relacionaron negativamente con cibervictimización solo para las chicas. De acuerdo a los criterios de Cohen (1988), los tamaños del efecto de las correlaciones fueron generalmente pequeños.

3.3. Valor predictivo de las dimensiones de IE sobre cibervictimización

Se examinó la validez predictiva de las dimensiones de IE para explicar las puntuaciones de cibervictimización junto con el potencial rol moderador del género en estas relaciones. Se realizaron análisis de regresión jerárquica en los cuales se incluyó la cibervictimización como variable dependiente. En el primer paso, edad, género y nivel educativo fueron introducidos como covariables. Las puntuaciones en las dimensiones de IE fueron introducidas en el segundo paso. Las interacciones de las dimensiones de IE por género fueron incluidas en el tercer paso. Todas las variables predictoras continuas fueron centradas para reducir posibles problemas de multicolinealidad (Aiken & West, 1991). Los principales resultados de estos análisis se muestran en la Tabla 3.

En cuanto a la cibervictimización, un 5% de la varianza fue explicada por el modelo final. En primer lugar, encontramos que la edad se relacionó positivamente con las puntuaciones en cibervictimización y contribuyó significativamente a la predicción de esta variable. En segundo lugar, encontramos que la percepción intrapersonal fue la única dimensión que explicó un porcentaje significativo de varianza de las puntuaciones de cibervictimización, incluso después de controlar la varianza atribuible a las covariables. Finalmente, encontramos que la interacción de regulación emocional por género fue significativa para predecir las puntuaciones de cibervictimización más allá de los efectos principales de las covariables y las dimensiones de IE. Además, se utilizó Process para representar gráficamente los efectos de moderación. Siguiendo los procedimientos habituales, se establecieron 5.000 remuestreos y un intervalo de confianza del 95%. La Figura 2 muestra la relación entre regulación emocional y las puntuaciones en cibervictimización por género. Encontramos una asociación ne­gativa entre la regulación emocional y la ci­bervictimización para las chicas (b=–0.06, t(832)=–6.11, p<0.001). En particular, en el caso de niveles bajos de regulación emocional las chicas informaron de mayor cibervictimización. Por el contrario, no encontramos efectos de interacción entre la regulación emocional y la cibervictimización para los chicos (b=–0.012, t(813)=–1.27).

4. Discusión y conclusión

El presente estudio se diseñó para examinar cómo se relacionaban las dimensiones de IE y cibervictimización en estudiantes de se­cundaria y para analizar el papel moderador del género en esta asociación. Nuestro estudio coincide con hallazgos previos en IE (Elipe & al., 2015), confirmando la influencia positiva de las habilidades emocionales en los niveles de cibervictimización en una muestra amplia de adolescentes españoles. Además, nuestros datos extienden resultados de estudios anteriores presentando evidencias de que el género podría ser un mecanismo subyacente que modera la relación entre ciertas dimensiones de IE y experiencias de cibervictimización.

Respecto a la prevalencia de cibervictimización, nuestros resultados muestran porcentajes similares a los obtenidos en una reciente revisión sistemática (Zych & al., 2015). De acuerdo a los criterios utilizados por Elipe y otros (2017), un 83,95% de la muestra se identificó como no cibervíctima. Por el contrario, un 16,05% se consideró cibervíctima ocasional o severa. Las formas más frecuentes de ciberacoso en este estudio fueron «insultos sobre mi persona a otros a través de Internet o mensajes SMS», coincidiendo con estudios previos realizados con muestras adolescentes (Katzer, Fetchenhauer, & Belschack, 2009).

En línea con investigaciones previas sobre victimización tradicional y cibervictimización (Elipe & al., 2015; Lomas & al., 2012), nuestro estudio reveló que altos niveles en IE total estaban relacionados de manera negativa y significativa con menores puntuaciones en cibervictimización tanto en chicos como en chicas. Nuestros resultados avalan la perspectiva que sugiere que la tendencia a ser cibervictimizado por compañeros está, hasta cierto punto, relacionado con las habilidades emocionales de las víctimas. De manera destacada, comparado con los chicos, en las chicas la relación entre las puntuaciones totales y específicas de habilidades emocionales y las experiencias de cibervictimización fue más intensa. En resumen, todas las subescalas excepto una (percepción interpersonal) mostraron relaciones pequeñas pero, a su vez, negativas y significativas con cibervictimización para las chicas. Por el contrario, solo las puntuaciones en IE total y en percepción intrapersonal mostraron asociaciones significativas y negativas con cibervictimización para los chicos.

Con respecto a las diferencias de género en las habilidades de IE y las experiencias de cibervictimización, los análisis mostraron que los chicos informaban de mayores puntuaciones totales auto-informadas en IE, así como mayores puntuaciones en percepción intrapersonal, asimilación y regulación emocional que las chicas. Algunos autores han encontrado que los chicos tienden a informar de mayores habilidades de regulación emocional comparados con las chicas adolescentes (Extremera, Duran, & Rey, 2007). Dado que el rol de género masculino se caracteriza por atributos más activos y resolutivos, es posible que los chicos adolescentes puedan utilizar con mayor frecuencia estrategias centradas en el problema y reevaluaciones positivas para tratar de cambiar las experiencias negativas diarias que ellos creen que les provocan ciertos estados emocionales (Tamres, Janicki, & Helgeson, 2002), lo que estaría en línea con la literatura existente de que los chicos informan normalmente de menores síntomas psicológicos que las chicas (Nolen-Hoeksema & Hilt, 2009). Por otro lado, otra posible explicación es la tendencia que presentan normalmente los chicos a sobreestimar sus habilidades emocionales comparados con las chicas cuando se utilizan medidas auto-informadas (Brackett, Rivers, Shiffman, Lerner, & Salovey, 2006), por lo que, dependiendo de la medida de IE utilizada, los resultados de diferencias de género podrían ser distintos. Futuros estudios deberán examinar detenidamente este fenómeno utilizando medidas de habilidad de IE para la generalización de nuestros resultados. Con respecto a las chicas, algunos autores han mostrado que las mujeres informan normalmente de una mayor tendencia a la atención y la regulación emocional en comparación con los hombres, tanto en poblaciones adultas como adolescentes (Fernandez-Berrocal & Extremera, 2008; Salguero, Fernandez-Berrocal, Balluerka & Aritzeta, 2010; Thayer, Rossy, Ruiz-Padial, & Johnsen, 2003). Además, las mujeres tienden a ser más vulnerables al impacto de los eventos vitales estresantes (Kessler & McLeod, 1984). Parece que estas diferencias en los procesos de regulación emocional entre hombres y mujeres podrían constituir la base de mayores índices de prevalencia en el desajuste psicológico de las mujeres y en el uso de estrategias de afrontamiento desadaptativas (Nolen-Hoeksema, 2003; Thayer & al., 2003). Finalmente, los análisis indicaron que, en comparación con los chicos adolescentes, las chicas presentaban más probabilidades de ser víctimas de ciberacoso (Kowalski & al., 2014). Pese a que son necesarios más estudios sobre estas diferencias de género en cibervictimización, una posible explicación es que las chicas adolescentes tienden a experimentar con mayor probabilidad for­mas indirectas de acoso en comparación con sus iguales del sexo masculino, siendo el im­pacto negativo de estas experiencias más fuerte en las chi­cas (Carbone-Lopez, Esb­en­sen, & Brick, 2010).

Además, encontramos que la regulación emocional interactuaba de forma diferencial en función del género, am­pliando la literatura existente con respecto a las diferencias de género en la influencia de la IE en otras áreas de la psicología como las relaciones interpersonales (Brackett & al., 2006) o el ajuste psicológico (Merida-Lopez, Extremera, & Rey, 2017). Extendiendo investigaciones previas, nuestro estudio revela un interesante hallazgo aportando evidencias del efecto moderador del género junto con déficits en regulación emocional como factores de riesgo para las experiencias de cibervictimización. En esta investigación, la regulación emocional fue la única habilidad de IE que interactuaba significativamente con el género para predecir las experiencias de cibervictimización, en línea con estudios similares (Lomas & al., 2012; Schokman & al., 2014). En resumen, encontramos diferencias significativas en las asociaciones entre regulación emocional y cibervictimización en chicas, pero no en chicos. Así, mientras que no se encontraron efectos de interacción entre regulación emocional y cibervictimización en los chicos, en las chicas adolescentes esta relación con cibervictimización fue más negativa a medida que se mostraban mayores niveles de regulación emocional. En línea con nuestros resultados correlacionales, se podría asumir que las habilidades de regulación emocional podrían estar más asociadas con la cibervictimización en chicas adolescentes. Por el contrario, para los chicos, estas habilidades de regulación podrían no ser tan importantes o en la explicación de la cibervictimización podrían estar implicados diferentes factores socio-educativos o psicológicos. Futuras investigaciones deberán examinar este fenómeno.

Por tanto, los programas anti-acoso escolar futuros con intención de reducir la cibervictimización deberían tener en cuenta estas diferencias en regulación emocional, con objeto de desarrollar entrenamientos más efectivos y específicamente centrados en los déficits y fortalezas característicos de chicos y chicas. Varios autores han subrayado que las estrategias preventivas y de intervención en este ámbito necesitan desarrollarse con un ajuste especial a las necesidades de cada género (Kowalski & al., 2014). Además, nuestros hallazgos plantean cuestiones sobre el papel diferencial del género en las estrategias empleadas durante la experiencia de cibervictimización, siendo necesarios próximos trabajos que examinen los mecanismos específicos que difieren en la relación entre IE y cibervictimización entre chicos y chicas.

A pesar de que el presente estudio realiza una contribución novedosa a la literatura actual, existen varias limitaciones que deberían abordarse en futuras investigaciones. Primero, aunque nuestros datos proporcionan evidencia preliminar sobre el papel moderador del género para predecir la experiencia de cibervictimización, la naturaleza transversal de nuestro diseño hace imposible determinar la dirección de causalidad en las relaciones. Próximos trabajos prospectivos o de diseño longitudinal ayudarían a dilucidar dicha causalidad. Además, es importante subrayar que la población adolescente evaluada está basada en una muestra de conveniencia, lo que dificultaría la generalización de los resultados de este estudio. En posteriores investigaciones debería emplearse un diseño aleatorio o incluir muestras adolescentes con problemas psicológicos clínicamente asociados a la experiencia de cibervictimización, lo cual incrementaría el grado de generalización de nuestros hallazgos. Otra posible limitación ha sido el uso de medidas auto-informadas, las cuales pueden ser objeto de deseabilidad social. En futuras investigaciones se deberían replicar estos hallazgos utilizando una mayor amplitud de acercamientos evaluativos, empleando múltiples fuentes de medición (p. ej.: padres, educadores, compañeros), así como otras medidas de cibervictimización (p. ej.: el cuestionario de cibervictimización (CBV) (Alvarez, Dobarro, & Nuñez, 2015); además, en nuestro estudio empleamos una medida de auto-informe de IE. A pesar de que estos instrumentos son ampliamente usados en la literatura científica, el uso combinado con las nuevas medidas de IE de habilidad basadas en criterios de ejecución incrementaría nuestro conocimiento, más allá de lo que permite el instrumento WLEIS, no solo para entender el efecto independiente o de interacción entre la IE percibida y la IE como habilidad, sino permitiendo proporcionar información para próximas intervenciones profesionales centradas en cómo el conocimiento emocional, la auto-eficacia emocional y las habilidades emocionales ayudan a reducir las consecuencias negativas de la cibervictimización. Finalmente, la inclusión, tanto de medidas de personalidad (p. ej.: los cinco grandes) como de habilidades sociales, proporcionaría una perspectiva más amplia y facilitaría nueva información sobre el papel interactivo que la IE, los rasgos de personalidad y las habilidades sociales podrían tender en reducir los síntomas negativos asociados a la cibervictimización.

A pesar de estas limitaciones, nuestro estudio ha proporcionado evidencia empírica de que la IE está asociada con la experiencia de cibervictimización. En cuanto a las implicaciones prácticas, dado que la literatura ha mostrado que las habilidades emocionales agrupadas en el constructo de IE pueden ser aprendidas y son susceptibles de ser desarrolladas en programas educativos en niños y adolescentes (Ruiz-Aranda, & al., 2013), los hallazgos encontrados podrían servir como punto de partida para el desarrollo de formación en habilidades de IE como una estrategia de intervención que pudiese complementar los programas anti-acoso escolar actuales dirigidos a reducir la experiencia de cibervictimización en adolescentes en riesgo. Si estos hallazgos se replican, los servicios de atención psicológica deberían incluir las habilidades de IE al trabajar con chicas adolescentes para prevenir el ciberacoso, ya que nuestros hallazgos sugieren que una deficiencia en regulación emocional en las adolescentes tiene un efecto combinado para incrementar la experiencia de cibervictimización. Además, otra implicación fundamental para los asesores y orientadores escolares es que la relación interactiva entre IE y género podría ser usada de forma potencial para evaluaciones de cribado con la intención de identificar a estudiantes potenciales que, después de experimentar comportamientos de ciberacoso, podrían estar en riesgo de cibervictimización. También, como Lomas y otros (2002) argumentan, la detección e identificación de factores de riesgos relacionados con las víctimas de ciberacoso escolar ayudaría a cambiar el papel de los profesionales de la enseñanza, moviéndose desde un papel más «policial», dirigido a inhibir comportamientos disruptivos y evitando la aparición de comportamientos de ciberacoso escolar, a un papel más activo, dirigido a desarrollar habilidades emocionales y estrategias de regulación emocional tanto de los acosadores como de sus victimas. Sin embargo, dado que hasta la fecha los programas preventivos y de intervención, dirigidos a incrementar las habilidades de IE se han implementado en muestras de adolescentes sin problemática de acoso, las futuras investigaciones deberían examinar de forma específica la eficacia de estos programas de mejora de IE en adolescentes en riesgo de cibervictimización. Algunos trabajos preliminares han mostrado la efectividad de las intervenciones en IE en adolescentes españoles para reducir sus niveles de agresiones físicas y verbales o la hostilidad, así como incrementar sus niveles de empatía y salud mental (Castillo, Salguero, Fernandez-Berrocal, & Balluerka, 2013). Por tanto, es tentativo pensar que programas de intervención similares pueden ser empleados para reducir el distrés psicológico y los síntomas negativos de aquellos adolescentes en riesgo de cibervictimización entre sus iguales.

En conclusión, nuestros hallazgos arrojan luz sobre la importancia de considerar las habilidades de IE para el diseño preventivo de programas anti-acoso escolar a la vez que proporcionan evidencia preliminar para el uso futuro de enfoques adaptados por géneros para trabajar la cibervictimización, siendo potencialmente una manera más efectiva de afrontar el estrés causado por los comportamientos de cibervictimización.

Apoyos

Esta investigación fue realizada en el marco del Proyecto de Investigación «El perdón como elemento protector ante el suicidio y el desajuste psicológico en adolescentes víctimas de acoso escolar» financiado por la Universidad de Málaga (PPIT.UMA.B1.2017/23).

Referencias

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