Índice de volúmenes - Índice de revistas - Índice de artículos - Mapa ---- Atrás
Nuevas tecnologías, Internet, familias, mediación parental, alfabetización mediática, adolescentes, menores, percepción de riesgo
New technologies, Internet, families, parental mediation, media literacy, adolescents, minors, risk perception
El smartphone se ha convertido en un medio fundamental para la socialización de los menores. Un 25,4% de niños de 10 años dispone de un móvil conectado, cifra que asciende hasta al 93,9% en la población de 15 años. Entre los 14 y los 17, en más de un 75% de los casos, afirman que toman decisiones no planificadas en su día a día en función de la información que reciben a través del teléfono (INE, 2016; Fundación Telefónica, 2016). La alta penetración de este dispositivo intensifica sus actividades online como el uso de mensajería instantánea o visitar redes sociales.
Estos datos dibujan un nuevo perfil de usuario interactivo que se forja desde la infancia y se consolida a partir de los 10 años, caracterizado por la accesibilidad y el uso intensivo de servicios digitales, en cualquier contexto y momento (Garmendia, Jiménez, & Mascheroni, 2017). Un escenario en el que los padres encuentran nuevas dificultades para supervisar a sus hijos adolescentes, que son un factor de riesgo en sí mismos, por la tendencia a buscar nuevas sensaciones y su mayor receptividad a un elevado espectro relacional (Batalla, Muñoz, & Ortega, 2012; Sánchez-Carbonel, Beranuy, Castellana, Chamarro, & Oberst, 2008).
En este nuevo contexto de uso autónomo, la percepción de riesgo entendida como el «proceso cognitivo que descansa en la información que cada persona tiene sobre determinadas cuestiones (…) y que procesa organizándose un juicio de valor» que condicionará su comportamiento (García-del-Castillo, 2012: 138) es un factor fundamental en la adquisición y mantenimiento de actuaciones relacionadas con la ciberseguridad, principalmente como escudo ante los peligros activos; aquellos asociados a comportamientos problemáticos en los que incurren los menores de forma voluntaria (Catalina, López-de-Ayala & García, 2014).
En términos generales, las investigaciones coinciden en señalar que el acceso a Internet brinda infinidad de oportunidades (Aguaded, 2011: 7), pero al mismo tiempo, también es mayor la exposición a riesgos (Durán & Martínez, 2015; Kowalski, Giumetti, Schroeder, & Lattanner 2014), especialmente a la ciberagresión o cibervictimización (Corcoran, MacGuckin, & Prentice, 2015).El equipo de «EU Kids Online» concluyó que las experiencias de riesgo online no tienen por qué implicar un daño necesariamente (Livingstone & al., 2011) sino que, los menores más expuestos a riesgos muestran más habilidad para la resiliencia. En un estudio más reciente muestran que un 31%, entre 9 y 16 años, ha sufrido acoso online u offline o que los menores se relacionan con desconocidos a través de Internet (Garmendia, Jiménez & Mascheroni, 2017).
De entre todos los peligros, el más investigado es el ciberacoso (Fernández-Montalvo, Peñalva, & Irazabal, 2015; Navarro, Serna, Martínez, & Ruiz-Oliva, 2013; Lee & Stapinski, 2012). Kowalski y otros (2014), señala el aumento de este tipo de riesgo favorecido por las características del actual contexto, social e intensivo, de acceso a Internet a través de los móviles. Álvarez-García, Barreiro-Collazo y Núñez (2017) ponen de manifiesto que la agresión verbal y la exclusión son las conductas más habituales. A lo que hay que sumar investigaciones que confirman que los ciberagresores cuentan con un importante apoyo social (Romera, Cano, García-Fernández, & Ortega-Ruiz, 2016; Yahner, Dank, Zweig, & Lachman, 2015).
En cuanto a la percepción de riesgo, hay varias investigaciones que señalan el alto grado de confianza manifestado en los menores sobre los riesgos percibidos, que contrasta con los riesgos vividos (Catalina, López-de-Ayala & García, 2014). Labrador y Villadangos (2010) afirman que la edad incrementa la percepción del problema que supone el uso excesivo de Internet y del móvil, y sus posibles consecuencias adversas. En 2012 el trabajo de Frutos y Vázquez prueba que los menores tienden a un uso más racional conforme adquieren madurez.
Otra línea de investigación analiza la relación entre el contexto familiar y el ciberacoso. El estudio de Ortega-Barón, Buelga y Cava (2016) afirma que algunas dimensiones del clima familiar y escolar predicen la cibervictimización en la adolescencia. Además, se pone el acento en el bajo rendimiento académico y problemas de atención escolar como consecuencias del ciberacoso sufrido (Tokunaga, 2010).
En cuanto al perfil de acosador se señala que un entorno conflictivo da lugar a hijos que pueden ser más hostiles con conductas antisociales e incluso violentas (Buelga, Iranzo, Cava, & Torralba, 2015) frente a hogares con mayor apoyo parental que implica relaciones entre iguales más positivas que disminuyen la vulnerabilidad frente a estos comportamientos. Los padres que actúan de mediadores de forma restrictiva con sus hijos de 6 a 14 años atenúan los riesgos, pero también las oportunidades de uso de las TIC (Livingstone, Ólafsson, Helsper, Lupiáñez, Veltri, & Folkvord, 2017). Navarro, Ruiz-Oliva, Larrañaga y Yubero (2015) defienden que menores con menos habilidades sociales son más vulnerables frente al ciberacoso de iguales o que la falta de habilidades comunicativas predice problemas de autorregulación del control (Villa Moral & Suarez, 2016). Lereya, Samara y Wolke (2013), determinan que un clima familiar negativo hace más vulnerables a los menores. En definitiva, se ahonda en la necesidad de que los padres adquieran las competencias necesarias para ejercer una mediación constructiva (López-Sánchez & García-del-Castillo, 2017; Torrecillas, Vázquez & Monteagudo, 2017).
Un estudio sobre frecuencia y características del uso de Internet por adolescentes españoles concluye que la mayoría se conecta a diario y que la frecuencia de conexión aumenta con la edad, de forma que a partir de los quinces años la conexión es casi permanente (Reolid, Flores, López, Alcantud, Ayuso, & Escolar, 2016). Carbonel, Fúster, Chamarro y Oberst (2012) concluyen que existe una relación entre el tiempo conectado y el uso problemático de Internet y móviles. Lee y Stapinski (2012) afirman que el tiempo es predictivo de un uso problemático.
Sobre la distribución, frecuencia y causas de la adicción a las TIC, hay varios trabajos publicados, sin que se haya resuelto si realmente estas tecnologías causan adicción (Echeburúa, Labrador, & Becoña, 2009). Otros trabajos señalan que existe una asociación significativa entre ciberadiccion y ciberbullying (Arnaiz, Cerezo, Giménez, & Maquilón, 2016).
Fundamentado en lo anterior, los objetivos planteados en este artículo son: a) Analizar las diferentes tipologías de usuarios menores de edad derivadas de la percepción de riesgo; b) Describir el comportamiento online de los menores y la mediación familiar en cada tipología.
Las hipótesis que se tratan de verificar son: a) La mayoría de los menores tienen una baja percepción de riesgo; b) Los menores con mayor percepción de riesgo cuentan con una mayor intervención educativa de los padres; c) Los menores con mayor percepción de riesgo pasan menos tiempo en Internet; d) Los menores con mayor percepción de riesgo tienen menor dependencia del dispositivo; e) Los menores con mayor percepción de riesgo tienen comportamientos más seguros y han vivido menos estas situaciones.
El universo objeto de estudio son los menores escolarizados en la Comunidad de Madrid. Se ha utilizado un cuestionario personal estructurado ad hoc como instrumento de recogida de información. El muestreo es polietápico y estratificado por conglomerados según los niveles de enseñanza y la tipología del centro educativo (privado/concertado o público). En el caso de los centros públicos, el nivel de renta del distrito ha sido otro atributo de segmentación (por encima de la media, en la media o por debajo de la media). Mediante un muestreo aleatorio simple se ha seleccionado un colegio por estrato: nueve colegios en total de los cuales tres son privados o concertados y 6 son públicos. En cada centro se han seleccionado, aleatoriamente, dos clases de 5º de Primaria, de 2º de la ESO y 1º Bachillerato (n=865). El margen de error es del 3,87% para un nivel de confianza del 95,5% y la opción más desfavorable de P=Q=50%. El 60,7% de la muestra son chicos (525) y casi el 40% chicas (340).
Para la agrupación de estudiantes en segmentos en función de la percepción de riesgo, se ha realizado un análisis factorial y de clasificación de correspondencias múltiples, con el programa SPAD 5.0. Este es un método que permite estudiar las relaciones entre las modalidades de un conjunto de variables cualitativas o nominales (Grande & Abascal, 2003: 391). Mediante este procedimiento se obtienen grupos de variables que segmentan el universo de análisis.
Para saber con quién tiene que ver cada tipología o grupo, y por tanto sus hábitos y comportamientos, se utiliza la clasificación. Para este análisis se han utilizado como variables activas las preguntas pertenecientes al módulo de percepción de riesgos, y como ilustrativas, el resto de preguntas del cuestionario relativas al uso y consumo de TIC, percepción/actitudes de la cultura digital y TIC, alfabetización mediática/ competencias, mediación familiar y flujos de comunicación. Tras analizar la Tabla 1 se ha decidido obtener una partición en siete grupos.
Este grupo, compuesto por el 42% de la población investigada, es el segmento más numeroso de todos y el más heterogéneo. Para ellos es bastante importante tener Internet en el móvil, aunque no muestran mucha dependencia del mismo. Utilizan Internet para relacionarse con personas que ya conocen, bajar aplicaciones, acceder a redes sociales, hacer videollamadas y fotos.
En periodo escolar se conectan a la red menos de una hora, en cambio, cuando no tienen colegio la frecuencia sube, y oscila, entre una y tres horas. Tienen cuenta en Instagram y sus perfiles en redes sociales suelen ser privados, no hablan nunca de su vida personal ya que sus padres se lo prohíben. Sus contactos fluctúan entre diez y cien, incluidos los padres, no los profesores. No les gusta mostrar afecto hacia sus padres a través de Internet. Este comportamiento tan prudente en redes sociales es coherente con su percepción de riesgo. Aprecian muchos peligros asociados al uso de la red como el acoso, sufrir chantaje, la suplantación, perder intimidad, acceso al contenido sexual, violento, ofensivo o poco fiable, entre otros.
Saben bloquear mensajes para aumentar su seguridad en el mundo online. Si detectasen algún peligro, hablarían con sus padres y profesores. De hecho, ya lo han hecho cuando han estado preocupados o disgustados por algo relacionado con Internet. De ellos han recibido consejo sobre cómo usar Internet de forma segura y las recomendaciones les han parecido útiles. Sus padres les dejan subir fotos y vídeos personales bajo su supervisión. Negocian con ellos el tiempo y el uso de Internet.
Este grupo es el segundo más numeroso, representan un 16,76%. Se caracteriza por tener teléfono móvil, videoconsola, ordenador y conectarse a Internet todos o casi todos los días, con una frecuencia que supera las tres horas diarias fuera de horario escolar.
La actividad online es muy alta: navegar, usar las redes sociales, jugar, usar la mensajería instantánea, trabajar con procesadores de texto, descargar películas, buscar información, comprar productos, entre otras. Prefieren comprar por Internet antes que en tiendas físicas. Son muy sociables y dinámicos en redes sociales; su record en una red social es de más de quinientos contactos. La configuración de privacidad de sus perfiles suele ser abierta y pública o parcialmente privada. Tienen Instagram, cuenta en YouTube, Snapchat, Google+, entre otras. Frecuentemente siguen a youtubers y lo hacen porque les entretiene, les gusta lo que hacen o dicen, por su forma de hablar o vestir y porque aprenden de ellos.
Utilizan Internet para relacionarse con gente que ya conocen, con familiares o amigos de conocidos y con personas que han conocido en la red, con estos últimos han quedado físicamente alguna vez. Han hecho muchos amigos nuevos de forma virtual. Identifican como peligros en Internet: sufrir chantaje, perder la intimidad, el acceso a contenidos malos, sexuales o violentos, que alguien se haga pasar por otro y ser acosado.
Es un grupo que conoce herramientas y técnicas para navegar con seguridad en el mundo online, como bloquear mensajes, borrar el historial de las páginas visitadas o poner favoritos en una web.
Si los miembros de este grupo percibiesen algún peligro en Internet, lo hablarían preferentemente con padres y profesores. Reconocen que han discutido alguna vez con progenitores y educadores por el uso de Internet y que sus profesores les han recomendado webs para visitar, aunque sus consejos, informaciones o sugerencias tienen poca utilidad para ellos.
Compran por Internet bajo la supervisión de su familia, pero hay que destacar que tienen permiso de los adultos sin vigilancia para ver vídeos en YouTube, navegar por Internet, seguir a youtubers, enviar correos, acceder a las redes sociales, y subir fotos o vídeos personales, entre otros.
Sus padres están poco pendientes de ellos cuando navegan por Internet, y apenas les preguntan lo que hacen en la red, reciben pocas indicaciones o normas cuando se conectan. A pesar de esto, discuten con ellos tanto por el tiempo, como por el momento en el que se conectan.
En cuanto a las relaciones familiares, indican que les es más difícil mostrar afecto hacia ellos a través de Internet que personalmente. Muchos han enseñado a sus padres a hacer algo en Internet y comparten con ellos grupos de mensajería instantánea.
Este grupo representa un 14,68% de los menores. Más del 80% de este grupo tienen entre 10 y 11 años. Cuentan con tableta para acceder a Internet. Para ellos tener un móvil con acceso a la red es poco importante.
De vez en cuando entran a Internet para descargar aplicaciones, ver videos o películas, hacer y/o editar fotos y usar la mensajería instantánea. Se conectan como mucho dos o tres veces a la semana. El tiempo de conexión en días lectivos es bajo y asciende los días sin colegio hasta una o dos horas.
Es un grupo con una baja actividad social online, no tienen perfiles en la mayoría de las redes sociales, casi nunca participan en ellas y tienen pocos contactos. Son conscientes de los riesgos en Internet como el acceso a contenidos perniciosos o recibir mensajes ofensivos, entre otros. Si sufriesen alguno de estos peligros lo hablarían con sus padres o profesores, antes que con amigos. No conocen herramientas o técnicas para aumentar su seguridad como cambiar los perfiles de privacidad de sus redes sociales o las preferencias de los filtros de contenido. No saben bloquear anuncios, ni mensajes, tampoco conocen la forma de poner en favoritos una web o cómo encontrar información para usar Internet de forma segura.
Cuando necesitan utilizar Internet para realizar tareas escolares reciben ayuda de sus padres y profesores. Destacar que hablan con sus padres sobre los peligros y oportunidades de las TIC y les piden opinión tanto a ellos como a sus profesores antes de publicar contenidos. Nunca discuten con ellos sobre el uso de Internet.
Los padres controlan el uso que hacen de la red, imponen normas claras e incluso les hacen prohibiciones expresas como subir fotos o vídeos personales, dar información personal, comprar online, chatear el acceso a redes sociales o seguir a youtubers, entre otros. Con control parental algunos pueden descargar archivos, enviar mensajes a móviles o correos, navegar por la red, ver vídeos en YouTube, jugar online y chatear.
Cuando se exceden de tiempo o cuando hacen algo que no les gusta en la red, los padres les piden apagar el ordenador o dejar el móvil. Los menores suelen negociar con sus padres el tiempo y lo que pueden hacer, prevaleciendo el criterio de los adultos.
Los padres les explican cómo utilizar algunos recursos y están pendientes de lo que hacen, con preguntas y supervisión directa. Creen que sus padres y profesores tienen un nivel de conocimiento muy bueno sobre Internet y otras herramientas digitales. Sin embargo, no han recibido de sus profesores consejos o recomendaciones en esta línea, a pesar de esto, perciben que se preocupan por lo que les pueda pasar en la Red.
Es el grupo más homogéneo de todos. Representa un 3,82% de los menores. Se caracterizan por tener 17 años, móvil, televisión individual y ordenador. Saben hacer un blog y descargar películas. Para estos estudiantes es muy importante tener un móvil con acceso a Internet. Están conectados todo el día.
Con mucha frecuencia utilizan la mensajería instantánea, ven vídeos o películas, participan en redes sociales y siguen a algún youtuber. Descargar aplicaciones y hacer o editar fotos es algo que también realizan muy a menudo, junto a colgar o subir contenidos, jugar online y hacer videollamadas. De vez en cuando, buscan información sobre cursos o formación. Les gusta informarse de las características de un producto o servicio antes de adquirirlo.
Siguen en Internet a gente conocida porque les gusta lo que hacen o dicen o porque aprenden de ellos. Tienen perfiles en las principales redes sociales como Instagram, Twitter o Snapchat. En sus perfiles son muy activos subiendo fotos o videos propios y, a veces, hablan de su vida privada. Utilizan Internet para relacionarse y han hechos muchos amigos nuevos a través de este medio, con los que se relacionan también personalmente.
Para aumentar su seguridad en el mundo online, saben cambiar los perfiles de privacidad de sus redes sociales, poner favoritos en una web y observar si la barra de navegación se pone en verde. Si tuviesen algún problema a través de Internet o percibiesen un riesgo lo hablarían con amigos, pero nunca con profesores, padres o hermanos, piensan que los consejos que reciben de ellos no son útiles. Sus padres les permiten navegar, chatear, acceder a redes sociales y subir fotos o vídeos personales. Dan información personal sin que sus progenitores lo sepan.
Este grupo representa a un 8,44% de los menores. El teléfono móvil y el acceso a Internet a través del mismo es muy importante para los integrantes de este segmento. Si se les olvida el móvil en casa vuelven a buscarlo y si no lo hacen, se pasan el día sufriendo por su ausencia.
Se conectan a la red todos o casi todos los días de la semana, fuera de horario escolar están conectados todo el rato, y cuando tienen clase más de tres horas al día. Utilizan muy a menudo la mensajería instantánea, conectándose con frecuencia para buscar información sobre productos o servicios, y, de vez en cuando, para comprar o contratarlos.
Usuarios de las redes sociales, tienen perfiles en Instagram, Snapchat, YouTube, entre otras. Suben muchas fotos o vídeos personales, algunas de amigos o conocidos y, a veces, hablan de su propia vida personal. Siguen a youtuber porque les gusta lo que hacen o porque aprenden algo de ellos. Utilizan Internet para relacionarse, especialmente con amigos de conocidos o familia, aunque también han hecho algunas nuevas amistades a través de la red y quedan con algunos en persona.
Saben bloquear mensajes y cambiar los perfiles de privacidad de sus redes sociales, poner en favoritos una web y borrar el registro de las páginas visitadas. Si percibiesen algún peligro o estuviesen preocupados por algo relacionado con Internet solo lo hablarían con sus amigos, nunca lo contarían a sus padres, profesores, ni hermanos. No piden opinión ni permiso a sus progenitores sobre los contenidos personales que publican, y creen que tanto ellos como sus profesores no se preocupan por lo que les pueda pasar en la Red.
Cuando usan Internet para sus tareas escolares no reciben ayuda ni recomendaciones de sus padres. En general, las informaciones, consejos o sugerencias de progenitores y educadores no les parecen útiles y creen que sus profesores tienen un conocimiento muy básico sobre Internet.
La supervisión que ejercen los padres hacia sus hijos sobre el uso de Internet es bastante laxa, no negocian con ellos ni el tiempo, ni lo que pueden hacer en la web, no les dan normas claras acerca de su uso y les preguntan poco por lo que hacen. Les dejan enviar correos electrónicos, chatear, seguir a youtubers, acceder a las redes sociales, descargar archivos y subir fotos o vídeos personales, todo ello sin control parental. Este grupo prefiere hablar con sus padres en persona de sus cosas íntimas o privadas que a través de la red.
Este grupo es mayoritariamente masculino y se caracteriza por la posesión de videoconsolas, tener canal en YouTube, utilizar frecuentemente Internet para jugar, descargar películas y aplicaciones, y buscar información sobre formación. Este grupo representa un 8,67% de los menores. De este grupo destacamos la falta de percepción de riesgo. No identifican como tal, el aislamiento o vacío social, el acoso, sufrir chantaje o recibir mensajes ofensivos, entre otros.
Se relacionan en Internet con personas que han conocido de forma virtual. Si tuviesen algún problema en la red no lo hablarían con sus profesores; indican que estos no les han enseñado a usar servicios de Internet, ni les han dado consejos sobre cómo utilizarlo de forma segura. Creen que sus educadores no se preocupan por lo que les pueda pasar en la red y que no tienen ningún conocimiento sobre Internet y herramientas digitales.
Respecto a sus padres, los estudiantes también perciben que no se preocupan por lo que les pueda pasar en Internet, ya que no reciben prohibiciones respecto al tiempo o uso. No les dan consejos sobre cómo utilizar la red de forma segura ni discuten con ellos por el momento del día en que se conectan, pero sí, si hacen ruido o les molesta lo que están haciendo o viendo.
Este grupo es muy homogéneo y representa a un 5,32% de los menores. Compuesto mayoritariamente por estudiantes de 16 años que manifiestan su preferencia por leer los libros en papel antes que a través de una pantalla. Tienen ordenador portátil personal y teléfono móvil, que, si se les olvida en casa, vuelven a buscarlo.
Se conectan a Internet todos o casi todos los días, más de tres horas diarias. Utilizan muy a menudo la mensajería instantánea y las redes sociales, también, con mucha frecuencia suben contenido propio a la web para compartirlo. Utilizan sus dispositivos con acceso a la red para hacer vídeo-llamadas, utilizar procesadores de texto y guardar datos en la nube.
De vez en cuando, entran en Internet para buscar información sobre temas de salud y de formación o para comprar algún producto o servicio. En cambio, casi nunca juegan online, ni solos ni con otras personas. Sus perfiles en redes sociales suelen ser privados, algo que saben hacer perfectamente. Tienen cuentas en Instagram, Twitter, Snapchat, entre otras. Sus contactos en una red social oscilan entre doscientos y quinientos y tienen a sus profesores entre ellos.
En cuanto al tipo de personas con las que se relacionan a través de Internet, son gente a la que conocen previamente, cara a cara. Si percibiesen algún problema en la web no lo hablarían con sus profesores, a pesar de que les han recomendado sitios de Internet para que visiten, y comparten con ellos algún grupo de mensajería instantánea. En cambio, sí lo hablarían con sus amigos.
Sus padres no les ayudan cuando tienen que entrar en la red para hacer las tareas escolares, ni les han enseñado a usar servicios de Internet. Tampoco tienen a sus progenitores pendientes de ellos cuando están navegando, aunque han discutido alguna vez con ellos y con sus profesores por el uso de Internet.
Su familia les permite sin supervisión enviar correos electrónicos, mensajes a móviles, chatear o usar el Messenger, conectarse a las redes sociales, seguir a youtubers, descargar archivos, subir fotos o vídeos personales y dar información personal. Bajo supervisión familiar, pueden comprar a través de la Red.
El objetivo fundamental de este trabajo ha sido analizar la relación entre la percepción de riesgo y variables familiares y de comportamiento online para arrojar luz al problema de la ciberseguridad en Internet. La percepción de riesgo tan presente en estudios orientados a la prevención de comportamientos problemáticos en el ámbito de la salud, es considerada una variable capital en la iniciación y mantenimiento de conductas de riesgo (García-del-Castillo, 2012). Aunque no hay acumulación de conocimiento sobre su conceptualización en el ámbito de la ciberseguridad, podemos definirla como el juicio de valor y el significado atribuido por el menor a una situación de peligro en la red. Este juicio de valor se traduce en habilidad para detectar, identificar y reaccionar ante situaciones problemáticas cuando se navega por Internet y, no tanto como grado de conciencia sobre los peligros que esto acarrea. La cuestión radica en analizar cómo se construye ese juicio de valor y de qué manera pueden los padres intervenir para influir sobre la variable como factor de protección.
Los resultados de este estudio revelan que hay una relación significativa entre la percepción de riesgo y otras variables familiares y de comportamiento. Los menores con mayor percepción de riesgo en la red tienen mayores habilidades para protegerse frente a los peligros online y son, al mismo tiempo, los que cuentan con una mayor intervención educativa de los padres y los que tienen prácticas más saludables. Este grupo, que hemos denominado «prudentes», representa a un 42% del universo. Este dato refuta la hipótesis planteada que aseveraba que los menores tienen escasa percepción de riesgo, tanto desde la perspectiva de confianza frente a peligros asociados a las TIC (Catalina, López-de-Ayala & García, 2014) como desde la habilidad frente a situaciones problemáticas.
A este 40% hay que sumar el 16,76% que muestra también una alta percepción de riesgo y mayor habilidad para actuar frente a posibles peligros, pero con un perfil diferente. Hacen un uso más intensivo de las TIC, realizan con frecuencia un mayor abanico de actividades online, son muy activos en las redes sociales y están muy conectados a otros. Son menores dispuestos a solicitar ayuda a los padres frente a situaciones problemáticas, con mucha habilidad para aplicar técnicas de ciberseguridad y al mismo tiempo los padres ejercen un tipo de mediación más basada en el diálogo y la supervisión moderada que en las normas y prohibiciones expresas. Son los denominados «sociales y seguros de sí mismos». Se confirma que la familia juega un papel esencial en la construcción de la percepción de riesgo, lo que minimiza las experiencias problemáticas, como confirman otras investigaciones (Ortega-Barón, Buelga & Cava, 2016).
El trabajo también constata que la edad, como ya afirmaban Frutos y Vázquez (2012), es una variable significativa no solamente en la percepción de riesgo sino también frente a variables familiares y de comportamiento. Se confirma que son los más pequeños sobre los que más estrategias de mediación basadas en la supervisión, prohibiciones y control del tiempo y contenidos se ejercen. Un 14,68% son los denominados «controlados». Menores hasta los 11 años, con un uso muy limitado, pero al mismo tiempo un escaso conocimiento de técnicas o herramientas para aumentar su seguridad, porque la formación temprana en el hogar no es habitual, hasta el punto de no recibir consejos ni recomendaciones.
Los 11 años es la edad de tránsito a la edad adulta en la red, cuando disminuyen las estrategias de mediación familiar del tipo de las antes descritas, cuando el tiempo y el uso de servicios digitales se dispara y cuando mayor es la exposición a riesgos y oportunidades.
El 26,25% de los menores muestra escasa percepción de riesgo y se distinguen cuatro perfiles claramente diferenciados. En común tienen que no perciben a los padres y profesores como fuentes de autoridad, y tienen una percepción negativa de la ayuda que puedan destinarles. Afirman que los padres están ausentes en la experiencia mediática de los hijos. Se verifican otras dos hipótesis: a mayor intervención educativa de los padres, mayor percepción de riesgo y mayor percepción de riesgo implica menor exposición a comportamientos problemáticos.
Por un lado, están los denominados «enganchados al móvil» (8,44%). Se caracterizan por su dependencia de este dispositivo. Son los que mayor uso hacen del móvil, más de tres horas al día cuando tienen colegio y de forma ininterrumpida los fines de semana. Utilizan Internet para navegar y para relacionarse. Los «jugadores y confiados» (8,67%) son principalmente de sexo masculino y se caracterizan por utilizar Internet básicamente para jugar con videoconsolas y para descargar películas. Sienten que tanto padres como profesores no se preocupan por lo que hacen en la red. Los «conectados siempre a sus amigos» (5,32%) hacen uso de Internet fundamentalmente para relacionarse con sus iguales, y los «conectados e independientes» (3,82%) son mayores, tienen una media de 17 años y hacen un uso más en solitario de Internet, sin necesidad de conectar con otros, pero sí de publicar contenidos, descargar películas o acceder a información de interés. En cuanto a la dependencia del dispositivo y el tiempo no se ha percibido relación significativa.
En definitiva, este estudio, aunque solo presenta una descripción de cómo se comportan las variables en cada grupo y no ha podido establecer relaciones causales, es una aportación novedosa y pionera al situar la percepción de riesgo como una variable fundamental en la ciberseguridad. Es necesario afrontar nuevos estudios encaminados a profundizar en la percepción de riesgo como habilidad frente a comportamientos problemáticos y a estudiar medidas para influir en ella como factor de protección en un contexto en el que la autorregulación por parte de los menores, fundada en juicios de valor sólidos, emerge como una vía fundamental para la ciberseguridad de los menores en el escenario digital.
Este manuscrito difunde resultados del proyecto de investigación «Auctoritas doméstica, capacitación digital y comunidad de aprendizaje en familias con menores escolarizados», financiado por el Plan Nacional (CSO2013-42166-R) en el marco del Programa de Actividades sobre Vulnerabilidad Digital, PROVULDIG (S2015/HUM-3434), cofinanciado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo.
Aguaded, I. (2011). Media education: An international unstoppable phenomenon UN, Europe and Spain support for edu-communication [La educación mediática, un movimiento internacional imparable. La ONU, Europa y España apuestan por la Educomunicación]. Comunicar, 37(XIX), 7-8. https://doi.org/10.3916/C37-2011-01-01
Álvarez-García, D., Barreiro-Collazo, A., & Núñez, J.C. (2017). Cyberaggression among adolescents: Prevalence and gender differences [Ciberagresión entre adolescentes: Prevalencia y diferencias de género]. Comunicar, 50(XXV), 89-97. https://doi.org/10.3916/C50-2017-08
Arnaiz, P., Cerezo, F., Giménez, A., & Maquilón, J. (2016). Conductas de ciberadicción y experiencias de ciberbullying entre adolescentes. Anales de Psicología, 32(3), 761-769. https://doi.org/10.6018/analesps.32.3.217461
Batalla, C., Muñoz, R., & Ortega, R. (2012). El riesgo de adicción a nuevas tecnologías en la adolescencia: ¿Debemos preocuparnos? Formación Médica Continuada en Atención Primaria, 19(9), 519-520. https://goo.gl/rxqKfM
Buelga, S., Iranzo, B., Cava, M.J., & Torralba, E. (2015). Psychological profile of adolescent cyberbullying aggressors. International Journal of Social Psychology, 30(2), 382-406. https://doi.org/10.1080/21711976.2015.1016754
Carbonell, X., Fúster, H., Chamarro, A., & Oberst, U. (2012). Adicción a Internet y móvil: Una revisión de estudios empíricos españoles. Papeles del Psicólogo, 33(2), 82-89. https://goo.gl/gPAmKj
Catalina, B., López-de-Ayala, M.C., & García, A. (2014). Los riesgos de los adolescentes en Internet: los menores como actores y víctimas de los peligros de Internet. Revista Latina de Comunicación Social, 69, 462-485. https:/doi.org/10.4185/RLCS-2014-1020
Corcoran, l., Mc-Guckin, C., & Prentice, G. (2015). Cyberbullying or cyber aggression? A review of existing definitions of cyber-based peer-to-peer aggression. Societies, 5(2), 245-255. https://doi.org/10.3390/soc5020245
Durán, M., & Martínez, R. (2015). Cyberbullying trough mobile phone and the Internet in dating relationships among youth people [Ciberacoso mediante teléfono móvil e Internet en las relaciones de noviazgo entre jóvenes]. Comunicar, 44(XXII), 159-167. https://doi.org/10.3916/C44-2015-17
Echeburúa, E., Labrador, F., & Becoña, E. (2009). Adicción a las nuevas tecnologías en adolescentes y jóvenes. Madrid: Pirámide.
Fernández-Montalvo, J., Peñalva, A., & Irazabal, I. (2015). Internet use habits and risk behaviours in preadolescence [Hábitos de uso y conductas de riesgo en Internet en la preadolescencia]. Comunicar, 44(XXII), 113-120. https://doi.org/10.3916/C44-2015-12
Frutos, B., & Vázquez, T. (2012). Adolescentes y jóvenes en el entorno digital: Análisis de su discurso sobre usos, percepción de riesgo y mecanismos de protección. Doxa Comunicación, 15, 57-79 https://goo.gl/KD6euj
Fundación Telefónica (2016). La Sociedad de la Información en España 2016. Madrid: Ariel.
García-del-Castillo, J. A. (2012). Concepto de percepción de riesgo y su repercusión en las adicciones. Health and Addictions, 12(2), 133-151. https://goo.gl/Xcvqmu
Garmendia, M., Jiménez, E., & Mascheroni, G. (2017). Riesgos y oportunidades en Internet y uso de dispositivos móviles entre menores españoles (2010-2015). Madrid: Red.es / Universidad del País Vasco.
Grande, I., & Abascal, E. (2003). Fundamentos y técnicas de investigación comercial. Madrid: ESIC.
Instituto Nacional de Estadística (INE) (Ed.) (2016). Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares. https://goo.gl/EFno7e
Kowalski, R.M., Giumetti, G.W., Schroeder, A.N., & Lattanner, M.R. (2014). Bullying in the digital age: a critical review and meta-analysis of cyberbullying research among youth. Psychol Bull, 140(4), 1073-1137. https://doi.org/10.1037/a0035618
Labrador, F.J., & Villadangos, S. (2010). Menores y nuevas tecnologías: Conductas indicadoras de posible problema de adicción. Psicothema, 22(2), 180-188. https://goo.gl/GCFj9s
Lee, B.W., & Stapinski, L.A. (2012). Seeking safety on the Internet: Relationship between social anxiety and problematic Internet use. Journal of Anxiety Disorders, 26(1), 197-205. https://doi.org/10.1016/j.janxdis.2011.11.001
Lereya, S.T., Samara, M., & Wolke, D. (2013). Parenting behavior and the risk of becoming a victim and a bully/victim: A Meta-analysis Study. Child Abuse & Neglect, 37(12), 1091-1108. https://doi.org/10.1016/j.chiabu.2013.03.001
Livingstone, S., Haddon, L., Görzig, A., & Olafsson, K. (2011). Risks and safety on the Internet: The perspective of European Children. Full findings. London: LSE, EU Kids Online.
Livingstone, S., Ólafsson, K., Helsper, E.J., Lupiáñez, F., Veltri, G.A., & Folkvord, F. (2017). Maximizing opportunities and minimizing risks for children online: The role of digital skills in emerging strategies of parental mediation. Journal of Communication, 67(1), 82-105. https://doi.org/10.1111/jcom.12277
López-Sánchez, C., & García-del-Castillo, J.A. (2017). La familia como mediadora ante la brecha digital: Repercusión en la autoridad. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 8(1), 108-124. https://doi.org/10.21501/22161201.1928
Navarro, R., Ruiz-Oliva, R., Larrañaga, E., & Yubero, S. (2015). The impact of cyberbullying and social bullying on optimism, global and school-related happiness and life satisfaction among 10-12-year-old schoolchildren. Applied Research in Quality of Life, 10(1), 15-36. https://doi.org/10.1007/s11482-013-9292-0
Navarro, R., Serna, C., Martínez, V., & Ruiz-Oliva, R. (2013). The role of Internet use and parental mediation on cyberbullying victimization among Spanish children from rural public schools. European Journal of Psychology of Education, 28(3), 725-745. https://doi.org/10.1007/s10212-012-0137-2
Ortega-Barón, J., Buelga, S., & Cava, J. (2016). The influence of school climate and family climate among adolescents victims of cyberbullying [Influencia del clima escolar y familiar en adolescentes, víctimas de ciberacoso]. Comunicar, 46(XXIV), 57-65. https://doi.org/10.3916/C46-2016-06
Reolid, R., Flores, M., López, M., Alcantud, P. Ayuso, C., & Escolar, F. (2016). Frecuencia y características de uso de Internet por adolescentes españoles. Un estudio transversal. Arch. Argent. Pediatr, 114(1), 6-13. https://doi.org/10.5546/aap.2016.6
Romera, E.M., Cano, J.J., García-Fernández, C., & Ortega-Ruiz, R. (2016). Cyberbullying: Social competence, motivation and peer relationships [Cyberbullying: Compentencia social, motivación y relaciones entre iguales]. Comunicar, 48(XXIV), 71-79. https://doi.org/10.3916/C48-2016-07
Sánchez-Carbonell, X., Beranuy, M., Castellana, M., Chamarro, A., & Oberst, U. (2008). La adicción a Internet y a móvil: ¿moda o trastorno? Adicciones, 20(2), 149-160. https://goo.gl/5TAs6q
Tokunaga, R.S. (2010). Following you home from school: A critical review and synthesis of research on cyberbullying victimization. Computers in Human Behavior, 26(3), 277-287. https://doi.org/10.1016/j.chb.2009.11.014
Torrecillas, T., Vázquez, T., & Monteagudo, L. (2017). Percepción de los padres sobre el empoderamiento digital de las familias en hogares hiperconectados. El Profesional de la Información, 26(1), 97-104. https://doi.org/10.3145/epi.2017.ene.10
Villa-Moral, M., & Suárez, C. (2016). Factores de riesgo en el uso problemático de Internet y del teléfono móvil en adolescentes españoles. Revista Iberoamericana de Psicología y Salud, 7, 69-78. https://goo.gl/trVWSu
Yahner, J., Dank, M., Zweig, J.M., & Lachman, P. (2015). The Co-occurrence of physical and cyber dating violence and bullying among teens. Journal of Interpersonal Violence, 30(7), 1079-1089. https://doi.org/10.1177/0886260514540324