La televisión: ¿caja tonta o caja mágica?

Television: silly box or magical box?

 

Paki Rodríguez Vázquez
Alejandro Ruiz Trujillo

Huelva (España)

     
             
             
     

RESUMEN

     
     

Con esta comunicación queremos analizar los comienzos de la televisión en general y en España en concreto, y cómo ésta ha ido evolucionando hasta el día de hoy.

Partiremos del concepto de «televisión», donde se define como «un sistema de telecomunicación para la transmisión y recepción de imágenes y sonidos a distancia». Esta transmisión puede ser efectuada mediante ondas de radio o por redes especializadas de televisión por cable. La palabra «televisión» es un híbrido de la voz griega «τηλε» (lejos) y la latina «visĭo» (visión). El término televisión se refiere, asimismo, a todos los aspectos de transmisión y programación de televisión. En muchas ocasiones la abreviamos como TV.

También, podemos decir que la televisión crea multitud de imágenes que circulan entre los que la ven, los telespectadores. A lo largo de su historia ha ido recibiendo diferentes nombres como «la caja tonta» o «el octavo arte».
Son muchos los estudios que se han realizado a lo largo de su historia y de los medios de comunicación en general. Del mismo modo son muchos los temas que se encuentran alrededor de dicho medio de comunicación determinados por diversos factores: la franja horaria de los distintos programas, el ranking de las audiencias, el consumo diario de televisión, etcétera.

Pasaremos de ver el aparato como tal y su evolución al consumo que realizamos de la televisión dentro del seno de la familia, de la educación y el aprendizaje. También nos detenemos brevemente en los pasos fundamentales para elaborar un programa de televisión, tanto a nivel técnico como a nivel humano. Y, como pensamos que el tema es realmente interesante -y preocupante en algunos casos-, en las conclusiones hemos creído oportuno incluir una serie de recomendaciones, destinada a todos los usuarios de la televisión y, especialmente, a aquellas personas encargadas de la educación de los más pequeños: y es que la televisión se ha convertido en uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de los niños, y éstos absorben toda la información que reciben, provenga de donde provenga: de la escuela, de su entorno familiar, de sus amigos... y por supuesto, de la televisión.

     
      ABSTRACT      
     

The television is at the moment one of the biggest communication roads among people of a certain sociocultural context, independently of the ends of the talkative fact.

In this document we express two ways to understand the television. The first, old way of conceiving the concept, as for the technical thing: the television is a complex machine, formed by many circuits and cables. The second, more current and chord with the times in that we live, is in the sense of how the contents are made that we perceive in our receivers.

We will make a brief historical journey, going from the beginnings (W/B television, elements that conform the apparatus and so on) to conclude with the incidence of the TV in the society. Finally we will elaborate a series of recommendations so that we could be intelligent television consumers. At least a little more than what we are now.

     
      DESCRIPTORES/KEYWORDS      
     

Televisión, telespectadores, caja tonta, programas.
Television, TV viewer, silly box, programs.

     
      1. Historia de la televisión      
     

La televisión nace a partir de la conjunción de una serie de fenómenos e investigaciones simultáneas pero desarrolladas aisladamente. El original descubrimiento de la «foto telegrafía» a mediados del siglo XIX (la palabra «televisión» no sería usada sino hasta 1900), debe sus avances y desarrollo a varios investigadores que experimentaron con la transmisión de imágenes vía ondas electromagnéticas.

La evolución de la televisión ha consistido, principalmente, en la búsqueda de un dispositivo adecuado para reproducir imágenes. El primero de dichos dispositivos fue el disco Nipkow, patentado por el inventor alemán Paul Gottlieb Nipkow en 1884, disco plano y circular que estaba perforado por una serie de pequeños agujeros dispuestos en forma de espiral partiendo desde el centro. Al hacer girar el disco delante del ojo, el agujero más alejado del centro exploraba una franja en la parte más alta de la imagen y así sucesivamente hasta explorar toda la imagen, pero que, debido a su naturaleza mecánica, no funcionó. Luego aparecieron el iconoscopio (en 1923) y, poco después, el tubo disector de imágenes, inventado por el ingeniero de radio estadounidense Philo Taylor Farnsworth; ambos realmente satisfactorios para captar imágenes. En 1926, el ingeniero escocés John Logie Baird inventó un sistema de televisión que utilizaba los rayos infrarrojos para captar imágenes en la oscuridad, pero fue tan sólo hasta después de terminada la I Guerra Mundial, con la aparición de los tubos, los circuitos electrónicos y los avances en la transmisión radiofónica, que la televisión, como tal, pudo desarrollarse realmente, convirtiéndose los sistemas de televisión en una realidad.

Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1927 y la CBS y NBC en Estados Unidos en 1930. En ambos casos se utilizaron sistemas mecánicos y los programas no se emitían con un horario regular. Las emisiones con programación se iniciaron en Inglaterra en 1936, y en Estados Unidos el día 30 de abril de 1939, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de Nueva York. Las emisiones programadas se interrumpieron durante la II Guerra Mundial, reanudándose cuando terminó.

En España, se fundó Televisión Española -TVE- (hoy incluida en el Ente Público de Radiotelevisón Española), en 1952 dependiendo del Ministerio de Información y Turismo. Después de un periodo de pruebas se empezó a emitir regularmente en el 56, y no es hasta 1960 cuando hubo conexiones con Eurovisión, convirtiéndose la televisión en un medio de comunicación por excelencia.

A partir de la década de los 70, con la aparición de la televisión en color, los televisores experimentaron un crecimiento enorme produciendo, de esta manera, cambios en el consumo del ocio de los españoles.

A medida que la audiencia televisiva se incrementaba por millones, había otros sectores de la industria del ocio que sufrían drásticos recortes de patrocinio.

Para la historia de la televisión en España otro paso crucial fue la ampliación de la oferta y la aparición de la competencia. En los 80 comenzaron a emitir las primeras televisiones autonómicas y, en 1990, lo hicieron las privadas. Este incremento de la oferta tuvo como consecuencia la aparición del fenómeno del zapping. La audiencia se enfrentaba a un panorama televisivo que le exigía decidir qué quería ver y no sólo si quería o no ver la televisión, como ocurría durante el período del monopolio público televisivo con TVE 1 y TVE 2 (posteriormente La 2).

Además, la existencia de un canal de pago como Canal + también requería un cambio de mentalidad importante. Había que convencer a la sociedad española de que pagase por un servicio que hasta ahora había recibido de forma «gratuita».

Recapitulando un poco podemos concluir que la prehistoria de la televisión arranca, en sentido estricto, de los descubrimientos técnicos más elementales que hicieron posible la transmisión a distancia de la imagen en movimiento. Globalmente, como sucedería con la radio, debe distinguirse entre los procedimientos técnicos que permitieron enviar las primeras imágenes o sonidos de una emisora a un receptor y el momento en que esa misma señal llegó a ser captada por un número elevado de receptores y convirtió el simple medio de comunicación en fenómeno social.

Cada televisión está condicionada por las costumbres y características de su público, pero no es menos cierto que constituye paralelamente un notable condicionante en la formación de los hábitos de toda la sociedad.

     
     

1.1. Del blanco y negro al color

     
     

Una vez que se generalizó su uso y se acomodó en los hogares españoles como un medio de consumo familiar, surgió la televisión en color. A nuestro país este avance no llega hasta finales de los años 60, suponiendo el «apagón» de la televisión en blanco y negro y la consiguiente renovación de los receptores.

Experimentalmente hay televisión a colores desde los años 20. En los 50, la lucha de diversos sistemas incompatibles obligó a establecer normas técnicas muy difíciles de cumplir que retardaron la extensión de esta tecnología hasta poco antes de comenzar la década de los 70 en nuestro país, llegando la televisión en color a más del 90% de los hogares en los países.

La televisión en color se consigue transmitiendo, además de la señal de brillo, o luminancia, necesaria para reproducir la imagen en blanco y negro, otra que recibe el nombre de señal de crominancia, encargada de transportar la información de color. Mientras que la señal de luminancia indica el brillo de los diferentes elementos de la imagen, la de crominancia especifica la tonalidad y saturación de esos mismos elementos. Ambas señales se obtienen mediante las correspondientes combinaciones de tres señales de vídeo, generadas por la cámara de televisión en color, y cada una corresponde a las variaciones de intensidad en la imagen vistas por separado a través de un filtro rojo, verde y azul. Las señales compuestas de luminancia y crominancia se transmiten de la misma forma que la primera en la televisión monocroma. Una vez en el receptor, las tres señales vídeo de color se obtienen a partir de las señales de luminancia y crominancia y dan lugar a los componentes rojo, azul y verde de la imagen, que vistos superpuestos reproducen la escena original en color. El sistema funciona de la siguiente manera: la imagen de color pasa a través de la lente de la cámara e incide sobre un espejo dicroico refleja un color y deja pasar todos los demás. El espejo refleja la luz roja y deja pasar la azul y la verde. Un segundo espejo dicroico refleja la luz azul y permite el paso de la verde. Las tres imágenes resultantes, una roja, otra azul y otra verde, se enfocan en la lente de tres tubos tomavistas (orticones de imagen o plumbicones). Delante de cada tubo hay unos filtros de color para asegurar que la respuesta en color de cada canal de la cámara coincide con los colores primarios (rojo, azul y verde) a reproducir. El haz de electrones en cada tubo barre el esquema de imagen y produce una señal de color primario. Las muestras de estas tres señales de color pasan a un sumador electrónico que las combina para producir la señal de brillo, o blanco y negro. Las muestras de señal también entran en otra unidad que las codifica y las combina para generar una señal con la información de tonalidad y saturación. La señal de color se mezcla con la de brillo a fin de formar la señal completa de color que sale al aire.

El receptor de televisión en color lleva un tubo de imágenes tricolor con tres cañones de electrones, uno para cada color primario, que exploran y activan los puntos fosforescentes en la pantalla del televisor. Estos puntos minúsculos, que pueden sobrepasar el millón, están ordenados en grupos de tres, uno rojo, otro verde y otro azul. Entre los cañones de electrones y la pantalla hay una máscara con diminutas perforaciones dispuestas de forma que el haz de electrones de cada cañón sólo pueda incidir sobre su correspondiente punto fosforescente. El haz que pinta la información roja sólo chocará con las fosforescencias rojas, y lo mismo para los otros colores.

Cuando la señal de color entrante llega a un televisor de color, pasa por un separador que aísla el color del brillo. A continuación se descodifica la información de color. Al volverse a combinar con la información del brillo, se producen diferentes señales de color primario que se aplican al tubo tricolor, recreándose la imagen captada por la cámara de color. Si la señal de color llega a un televisor en blanco y negro, los circuitos del receptor ignoran los datos relativos a tonalidad y saturación y sólo tienen en cuenta la señal de brillo.

     
     

1.2. Del aparato al programa

     
     

Como nos indica Aguaded (2000) «realizar un programa de televisión lleva consigo un largo proceso de trabajo en equipo en el que intervienen multitud de elementos artísticos, técnicos, administrativos y financieros», recogemos brevemente los aspectos básicos que constituyen la emisión televisiva, en todas sus dimensiones, tanto de la producción como la programación televisiva.

La producción de un programa de televisión no es un proceso simple y arbitrario; nada es consecuencia del azar: todo está meticulosamente estudiado e ideado. Podemos distinguir, como norma general, una serie de pasos o fases que se producen con anterioridad de aquello que vemos en pantalla. En primer lugar está la preproducción, después la producción y, finalmente la postproducción.

La preproducción es uno de los elementos más importantes en la realización de un programa. Es en este momento en donde se establecen las bases para la ejecución: se realiza el guión del programa, se estudian y especifican los medios tanto técnicos como artísticos necesarios, los materiales que van a hacer falta, los espacios requeridos para ello y el presupuesto necesario para llevarlo a cabo. Una vez que todo este complejo entramado se ha consensuado y definido se lleva a cabo la producción, que consiste en la grabación. Una vez concluida, en la postproducción se edita el audio y el video y se crea la copia final o máster. En el caso de que el programa sea en directo, producción y postproducción quedan unidas, y es en la preproducción donde se hace mas hincapié de modo que los problemas que puedan surgir en la emisión puedan solucionarse de la manera más rápida y eficaz posible.

En este proceso que hemos descrito de manera sencilla y clara participan muchas y muy diversas personas. En el primer paso intervienen entre otros: el director del programa (que es habitualmente el presentador) en los contenidos junto con los guionistas, el productor del programa, el secretario de rodaje o script, el regidor (responsable de plató) y distintos ayudantes y coordinadores. En la producción podemos nombrar el equipo de imagen y sonido (iluminación, cámaras, documentalistas, figurinistas, escenógrafos, técnicos de sonido), maquilladores, regidores, carpinteros, decoradores, técnicos electrónicos, azafatas y ayudantes). En el proceso final participan, entre otros, el editor, el técnico de procesado de imágenes y el técnico de audio.

¿Cómo se programa un espacio televisivo? Esta cuestión es igualmente compleja, por el carácter social tan diverso de las personas que ven la televisión. Para que un determinado programa «triunfe» debe tener un número aceptable de televidentes, es decir, el «share»; la «cuota share» es el porcentaje de personas que ven un programa del total que está viendo la televisión en ese momento. De este modo, por ejemplo, si un programa obtiene de forma continuada una cuota share del 0% lo más probable que se elimine de la parrilla que ofrece la emisora. Para que este hecho extremo no se produzca, la programación atienden de modo especial al «target» que es lo mismo que el share pero teniendo en cuenta las edades. Y es que no es lo mismo programar para un determinado colectivo que para otro. Los contenidos y características del programa de televisión deben acercarse lo más posible a los intereses de la mayoría de personas de un mismo colectivo que están en ese momento ante las pantallas.

     
     

2. Telespectadores

     
     

El inicio de la televisión fue todo un acontecimiento para una sociedad que, acostumbrada a la radio como principal medio en los hogares, la concebía como un espectáculo similar al cine, como un medio que tenía que ser consumido en una sala, en reunión con otras personas e inmersos en la oscuridad, llegando así a convertirse las personas en telespectadores. Los tiempos que corren podrían ser definidos como la era de la información. El estar informado se considera algo muy importante, casi una necesidad básica. Las personas que no tienen acceso a los medios de comunicación (TV, radio, diarios y revistas, Internet) quedan excluidas de la sociedad o ven notablemente disminuidas sus posibilidades de realización.

Podemos preguntarnos, ¿qué hace la televisión con nosotros? La función de la televisióndebería ser la de informar y transmitir la verdad, pueden convertirse en manipuladores de la opinión pública cuando quienes los conducen comunican deliberadamente verdades a medias o falsedades. De hecho, los medios son usados para dirigir los sentimientos y las opciones de los telespectadores, oyentes, lectores y cibernautas.

La mejor manera de evitar la manipulación de los medios de comunicación, y en concreto de la televisión que es el que nos ocupa, es el enseñar cómo influyen sobre nosotros y ejercitar nuestro juicio crítico y activo ante lo que nos transmiten. Tal es el caso, que podemos recoger algunos de los efectos sobre la mente de los telespectadores, dondever televisión no requiere un esfuerzo mental especial, como se daría en la lectura, por ejemplo. Ver la televisión no implica esfuerzo por aprender, ni habilidad para adquirir, o lo que es lo mismo, no exige inteligencia. Las personas se sientan frente al televisor como espectadores, con una actitud totalmente pasiva. Las imágenes se ofrecen sin que el telespectador haga ningún esfuerzo, no requieren capacidad reflexiva o analítica alguna.

Frente al televisor estamos por debajo del estado de alerta normal de una persona. Tener la vista fija produce un estado cercano al trance, como de ensoñación. Por ello, es que no filtramos la información y quedamos expuestos a la manipulación.

La acción de los estímulos recibidos desde la pantalla, y las sensaciones por ellos generadas en las áreas más profundas del cerebro, pueden producir estados de euforia o de temor, de alegría o de tristeza, placenteros o depresivos, sin que las personas que los viven sepan por qué se producen. La imagen televisiva entra en la mente de manera subliminal, es decir, sin ser percibida conscientemente. Puede llegar el caso incluso de configurar la personalidad, cuando se trata de unos telespectadores de corta edad, ante una larga dosis diaria de televisión a un pequeño cerebro en desarrollo, como suele ser el caso de los más pequeños de la casa (Vallejo-Nágera, 1987). La televisión crea una personalidad dispuesta sólo a recibir cosas, sin cuestionarlas. Esto, a su vez, repercute en otras esferas de la vida, reforzando la tendencia a la pasividad, pues quita tiempo al ejercicio físico, las relaciones humanas, la lectura y otras actividades que exigen iniciativa. Sin quererlo, los niños y los jóvenes van adquiriendo la preferencia por una vida hecha. Si se acostumbran a presionar un botón y que todo les llegue terminado, se habitúan a recibir las cosas de segunda mano, sin verse obligados a realizar el esfuerzo de producirlas por ellos mismos. También está comprobado que, cuando los niños pasan mucho tiempo frente al televisor, se vuelven menos espontáneos y más inestables anímicamente, como si hubieran sufrido la amputación de su capacidad de vivir emociones auténticas y profundas. La televisión atrofia la sensibilidad. Los niños y jóvenes son cada vez menos capaces de entablar relaciones interpersonales cargadas de verdadero afecto.

Por tanto, podemos decir, que el consumo de la televisión es inevitable por la intromisión que ésta ha tenido en todos los hogares y no tiene por qué ser dañina. Además, nadie nos la ha impuesto y somos nosotros mismos quienes deliberadamente escogemos qué hacer con ella y el tiempo que le dedicamos. No debemos olvidar, que sin quererlo ha formado parte de la vida cultural en la sociedad española, por tanto no conviene ignorarla, sino hacer uso de sus facultades y propuestas de forma crítica e inteligente. Y para ello están los padres y docentes.

     
     

2.1. La televisión en las familias

     
     

Se ha responsabilizado en muchas ocasiones a la televisión de ser la causante directa de la falta de comunicación entre los miembros de la familia. La vida de la familia, en la mayoría de los países, se ha visto afectada en su estructura y dinámica por estos cambios producto de la urbanización. Los miembros de la familia urbana tienen menos tiempo para compartir entre ellos, debido a la concurrencia de factores extrafamiliares, como son la diversidad de horarios de sus miembros, las distancias desde el hogar a los sitios de trabajo y estudio, las dificultades de tránsito, las múltiples ofertas para satisfacer sus necesidades de recreación, entre muchos otros.

Si a esto se agrega la restricción del espacio, las dificultades económicas y, en general, la gran cantidad de demandas y tensiones a las que tienen que enfrentarse los habitantes de las grandes urbes, se encuentran razones más poderosas y complejas que la presencia de la televisión para explicar el por qué de la «pérdida» de la comunicación en la familia moderna.

La comunicación en la familia puede enriquecerse o empobrecerse a través de la exposición de la televisión, dependiendo del estilo de vida de la familia, del nivel sociocultural y económico o de las circunstancias de cada una. En algunos hogares, la televisión permanece encendida tanto tiempo como pasa la familia en actividad, pero la comunicación de la familia no parece verse alterada por este hecho.

Por el contrario, en algunas circunstancias lo que hace es incrementarla, algunos programas de interés para el grupo propician la invitación a que otros miembros de la casa se acerquen y comenten sobre lo sucedido en episodios o capítulos anteriores, o sobre lo que esté ocurriendo en la pantalla en ese momento.

La existencia de un solo televisor en el hogar, contribuye a que ver la televisión sea una actividad compartida, promoviendo, además de oportunidades de conversación, el contacto físico entre los miembros de la familia. Cuando una familia decide colocar un televisor en cada una de las habitaciones de sus miembros, implícitamente está pautando el aislamiento entre ellos y cuando uno cierra la puerta es que no quiere comunicarse con los demás.

En ocasiones, el ver televisión produce un contacto físico que no se observa en otros momentos. Pero, así como la televisión puede generar comunicación de cualquier tipo entre los miembros de la familia, puede interrumpirla. El ver la televisión puede ser una excusa para hablar sobre temas particulares, evitando comunicaciones más profundas o regulando las conversaciones en la familia.

     
     

3. Televisión y aprendizaje

     
     

Se ha demostrado que la gente aprende «viendo la televisión» y ésta puede afectar diferentes áreas del telespectador, como el desarrollo intelectual, el lingúítstico, el social y el emocional (Vallejo-Nágera, 1987). Han sido muchas las investigaciones, sobre este tema, que se han realizado hasta nuestros días. Y llegando a conclusiones donde los efectos de la exposición a determinadas conductas, influían a los participantes, tienden a repetir la conducta de los modelos, pocos minutos después de haberla observado. Este hecho se ha convertido en una poderosa evidencia acerca de los riesgos de la exposición a determinados contenidos de la televisión, particularmente aquellos que responden a conductas antisociales. Sin embargo, desde la década de los ochenta, algunos investigadores se han dedicado a explorar el potencial de la televisión cuando presenta actos pro sociales, bajo el supuesto de que si es posible aprender «lo malo», también es posible aprender «lo bueno».

Por tanto, el problema lo encontramos en lo relativo a los contenidos presentados por la mayoría de las emisoras, donde el material de este tipo es escaso y pobre.

De manera que los problemas de la comunicación familiar suelen ser causados por múltiples factores, tanto intra como extrafamiliares. En todo caso, cuando la televisión se convierte en un recurso frecuente para evitar o interrumpir la comunicación en la familia, esto debe interpretarse como un síntoma de desequilibrio en el sistema familiar como un todo y no como una conducta aislada. Pero la televisión también es una oportunidad para el encuentro familiar, el ver televisión es un hábito conveniente cuando se realiza en grupo.

La televisión constituye un elemento importante para mostrar nuevas perspectivas de tipo social, cultural y científico a los niños. En algunas investigaciones se han encontrado influencias positivas en este sentido. El problema está en lo relativo a lo contenidos presentados por la mayoría de las emisoras, donde el material de este tipo es escaso y pobre.

La televisión es un medio que pone en contacto al niño con problema personales o sociales, les muestra países, regiones, etc., que de otro forma no conocerían. En este caso puede ser utilizada como medio de aprendizaje con fines escolares.

La educación es un proceso fundamental en la vida social por ser el que define la forma en que los individuos se relacionan con los grupos en los que vive. Este es un proceso que comienza en el momento en que se nace y finaliza al morir. Sin embargo, cuando comúnmente se habla de educación, el concepto suele limitarse a ciertos sitios, condiciones y relaciones específicas, como aquellas que definen a la escuela, los sermones religiosos o las relaciones padres-hijos.

La educación ha sido considerada como función básica de la familia, en ella se aprenden aspectos básicos para el desenvolvimiento en la vida como son los hábitos higiénicos, la expresión de sentimientos, los valores en los que se fundamenta el ser social, el comportamiento según el sexo y la edad, los diferentes roles que haya que cumplir socialmente y una amplia variedad de habilidades y conocimientos.

La educación dentro de la familia se produce a través de diferentes áreas, recursos y en múltiples direcciones en cuanto a las áreas se encuentra la toma de decisiones, forma de comunicarse, organización etc., cuando se tratan de recursos es el de los mensajes, tiene que ver con la transmisión de ordenes y consejos acerca de qué hacer o como ser.

Gran parte de esos procesos se dan por modelaje de conductas o el aprendizaje por imitación. Según esta teoría en la medida que un miembro de la familia actúa sirve de modelo a los otros y su conducta puede ser imitada, de acuerdo a las consecuencias que esa conducta haya tenido. En cuanto a la direccionalidad del proceso de educación en familia se puede considerar como una interacción interpersonal en dos vías (o una interacción entre varias partes), más bien que las influencias de un individuo sobre el otro.

A todo este proceso de educación es necesario agregar las influencias educativas que los miembros de la familia reciben de otras instituciones. Esto se refiere a la cantidad de influencias externas que la familia incorpora y a la necesidad que esta institución tiene de implementar diversos mecanismos que le permitan cumplir un rol significante al reforzar, criticar, consolidar y perfeccionar el conocimiento adquirido (por sus miembros) a través de otras instituciones.

Una de las influencias que la familia moderna recibe cotidianamente proviene de la televisión. Esta institución tiene la peculiaridad de ser externa y estar dentro del hogar por lo cual se considera que es una importante agenda educativa en el contexto familiar, pero asimismo, a la televisión se le han atribuido otros poderes como el de consumir una extraordinaria cantidad de tiempo de la vida familiar, su capacidad de persuasión y de transmisión de mensajes negativos.

Evidentemente la televisión es causante de daños que van desde el daño de la vista hasta la deformación de la mente de los televidentes, debido al alto contenido de sexo y violencia en sus mensajes. La televisión actúa como incitadora al consumismo irracional, la ruptura de la comunicación en familia entre otras consecuencias negativas. El impacto de la televisión en la audiencia sostiene que dicho medio ha causado más daños que beneficios a la humanidad.

El aprendizaje con respecto al uso de la televisión se produce en el contexto de la familia, se realiza a través de las normas que pudieran operar sobre este uso o, a través del modelaje que algunos miembros de la familia hagan de él. Al considerar el significado y control de la televisión se deja ver que a través de las normas se dan pautas de conducta a los miembros de la familia acerca de cuándo, cómo y para qué usar la televisión, por ejemplo: apagar la televisión cuando se va a hacer la tarea, no encender la televisión cuando hay visita, etc. La mayoría de esas pautas se aprenden sin que los aprendices se den cuenta de ello.

En relación a la televisión y familia se asegura que con el aparato encendido se disminuye la cantidad y calidad de la comunicación familiar. Esto fomenta el aislamiento y la soledad y lo que es la familia, que es una comunidad de amor, se transforma en una comunidad de egoísmo.

El acto televisivo coarta la interacción entre miembros de la familia, cada cual se va a su cuarto con su televisor, el círculo familiar ya no es el círculo familiar, sino semi círculo, porque todo el mundo está alrededor de la televisión. Hay que reconocer que este masivo medio de comunicación entretiene, informa, acompaña, enriquece vocabulario aunque sólo relativamente. También es la nueva niñera que resuelve la incapacidad de los niños de estar quietos.

La clave no está en el aparato, sino en la actitud que adoptamos ante ella, además hay que limitar el tiempo frente al televisor, seleccionar programas, interpretar contenidos, convertir programas en fuente de comunicación y diálogo.

     
     

4. Conclusiones y sugerencias

     
     

Podemos concluir diciendo que el consumo de la televisión es inevitable por la intromisión que ésta ha tenido en todos los hogares y no tiene por qué ser dañina. Además, nadie nos la ha impuesto y somos nosotros mismos quienes deliberadamente escogemos qué hacer con ella y el tiempo que le dedicamos. No debemos olvidar, que sin quererlo ha formado parte de la vida cultural en la sociedad española, por tanto no conviene ignorarla, sino hacer uso de sus facultades y propuestas de forma crítica e inteligente. Y sobre todo, con mucha prudencia cuando se trata de los más pequeños de la casa los que la consumen, para que no se conviertan en pequeños telespectadores pasivos y permisivos que se someten a cualquier programa televisivo y en franjas horarias fuera de las infantiles, pudiendo ocasionar trastornos en el horario destinado a ellos.

Tras un detenido análisis de todo lo dicho podemos llegar a recoger una serie de recomendaciones, como la de sensibilizar y concienciar a la población sobre el valor real de la televisión como medio de educación, información y recreación para la sociedad; dialogar e intercambiar con los diferentes medios televisivos; asesorar y orientar a padres y maestros sobre alternativas variadas y formativas en el uso del tiempo libre de los niños y los adolescentes; fortalecer los valores nacionales, culturales, educativos, artísticos, deportivos y sociales en los medios televisivos; fomentar en el entorno familiar el análisis y discusión guiada sobre los contenidos que ofrece la programación de la televisión, permitiendo de esta manera fomentar en el niño un sentido crítico adecuado para la formación de su personalidad y procurar al niño otras alternativas de entretenimiento, recreación e información que a su vez permitan el desarrollo de otras áreas; entre otras muchas.

Es preciso aprender a usar la televisión e incluimos parte del artículo del Dr. Arturo Merayo «diez sugerencias para disfrutar de la televisión»:

1. Protéjase: la televisión suele presidir el salón de la casa, centro de reunión de toda la familia. No tiene por qué ser así, puede estar en un mueble cerrada incluso bajo llave, para dificultar el acceso arbitrario de los más pequeños a ella. Así se podrían evitar consumos compulsivos y fomentar los planificados.

2. Seleccione con antelación: no se debe ver la televisión por verla, de modo pasivo. Utilice revistas para conocer la programación con antemano, lea distintas críticas para saber si el programa le conviene o no; incluso realice una selección de los programas que se van a ver en familia. Cuando no proceda ver la televisión, siempre hay alternativas más interesantes a esta.

3. Aprenda a utilizar el video: no hay que consumir indiscriminadamente todo lo que dan en televisión y por ello se deben tener siempre a mano alternativas buenos productos elegidos conscientemente.

4. No premie ni castigue con la TV: nunca se debe convertir a la televisión como motivo por el que obrar ni en objeto de deseo.

5. Aprenda a decir que no: si es necesario hay que prohibir. Hay que hacerlo sin miedo ya que no se coarta la libertad de sus hijos, del mismo modo que tampoco la coarta cuando le prohíbe beberse la lejía.

6. Introduzca filtros: es conveniente que los padres vean los programas con los hijos e introduzcan con sus breves comentarios filtros y contrapesos a lo que escuchan en televisión, educando su sentido crítico.

7. No crea que la televisión es un medio informativo, porque no lo es. Es un gran instrumento de entretenimiento y por eso se mueve en la lógica de la espectacularidad. Lo que no lo es, no tiene cabida en la televisión. La información en televisión es siempre brevísima, fragmentaria y superficial. No baja a las causas, no explica bien el por qué ocurren las cosas sino que muestra cómo suceden por medio de escuetas imágenes, siempre incompletas y parciales.

8. Hable con el colegio: los padres pueden influir en las escuelas de sus hijos para que impartan asignaturas específicas sobre los medios de comunicación de manera que también en el colegio los jóvenes aprendan a desarrollar su capacidad crítica, conozcan el funcionamiento y los condicionamientos de los medios y sean capaces de valorar por sí mismos la calidad de los programas.

9. La unión hace la fuerza: asóciese. Es ahí donde las audiencias adquieren poder de programación y capacidad real de influencia pues comienzan a hablar de igual a igual con los productores.

10. Dé ejemplo: el progenitor que llega a su casa cansado y se instala frente a la primera estupidez televisiva pierde la autoridad moral necesaria para exigir a sus hijos que en ese tiempo se dediquen a leer.

     
     
Referencias
     
     

AGUADED, J.I. (1998): Descubriendo la «caja mágica». Enseñamos a ver la tele. Huelva, Grupo Comunicar.
AGUADED, J.I. (1998): Descubriendo la «caja mágica». Aprendemos a ver la tele. Huelva, Grupo Comunicar.
AGUADED, J.I. (2000): Televisión y telespectadores. Huelva, Grupo Comunicar.
MARTÍNEZ, I. (2002): ¿Quién decide lo que ven tus niños? México, Par México.
MERAYO, A. (1996): Curso Introducción a los Medios de Comunicación. Salamanca, UPS.
MUÑOZ, J.J. y PEDROSO, L.M. (1996): La televisión y los niños. Salamanca, Librería Cervantes.
VALLEJO-NÁGERA, A. (1987): Mi hijo ya no juega, solo ve la televisión. Madrid, Temas de hoy.

     
     
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Paki Rodríguez Vázquez es becaria de investigación en la Universidad de Huelva (España) y miembro del Grupo Comunicar (paki@ya.com).
Alejandro Ruiz Trujillo es becario de investigación en la Universidad de Huelva (España) (aleko@ono.com).