Una de las principales dificultades a la hora de redactar un artículo científico es adaptar nuestro estilo -que forma parte de nuestra identidad- a los estilos narrativos de las revistas científicas. Es muy común encontrar investigadores nóveles escribiendo artículos con párrafos interminables, compuestos por oraciones yuxtapuestas, coordinadas y subordinadas, complementos directos, indirectos y circunstanciales y, además, con puntos y coma (;) para separar ideas, pintando con estos signos -como si fuera un lienzo- sus óperas primas.

La gramática y el correcto uso de la puntuación aseguran una comunicación clara de las ideas, mejorando a su vez la estructura de los argumentos que se presentan en el artículo, ergo asegurando su legibilidad y comprensión. No debemos olvidar que un artículo tiene un fin pedagógico y persuasivo.

La simplicidad suele mejorar significativamente la calidad expositiva de las ideas

Por supuesto, cada área del conocimiento es un mundo: No es lo mismo escribir para una revista de literatura o historia (Artes y Humanidades), que para revistas de ciencias «duras», como física o matemáticas. En las primeras nos encontraremos probablemente con párrafos grandilocuentes y con adornos lingüísticos en un manuscrito que puede llegar a tener más de 12 mil palabras, mientras que en el segundo caso es más común la redacción concisa, que va directo al problema, su solución y conclusiones y en los que no abundan -por innecesarias- las oraciones complejas con muchos complementos. En definitiva: sujeto, verbo y predicado.

En el caso de las Ciencias Sociales, nuestro estilo redaccional suele ser un híbrido en extensión, estructura (la más común IMRDC) y lingüística, pues nuestras ciencias y disciplinas nos obligan a introducir el tema y justificarlo, repasar el estado de la cuestión, explicar los métodos, analizar los resultados y exponer las conclusiones y discusiones, todo esto mediante el uso de nuestra lengua, pero también pensando en la posibilidad de que el manuscrito tenga más adelante traducción al inglés, cuya redacción es todavía más concreta.

A continuación, te presentamos 5 claves para mejorar tu redacción científica:

  1. Evita los párrafos excesivamente largos. Si un párrafo tiene más de 7 líneas, probablemente se pueda separar en dos o, en su defecto, presenta demasiadas ideas.
  2. Un párrafo por idea. Ya en otro post de la Escuela de Autores habíamos explicado tres claves para garantizar suficiente densidad de conceptos entre los párrafos y, además, linealidad de ideas que debe haber entre estos.
  3. El punto y coma. Este signo de puntuación a veces se convierte en el «comodín» de turno y, la verdad, es que es uno de los que menos se deben utilizar. Según la RAE, el punto y coma solo tiene 4 usos.
  4. Evitar la redacción «Frankestein». Entendemos que muchas veces nos repartimos el trabajo de redacción, pero no hay nada más complicado que mantener una misma lógica cuando un artículo se hace a 4, 6 y hasta 8 manos. Si no podemos evitarlo, al menos deleguemos en un autor la revisión y corrección gramática y estilística del texto.
  5. Leer, leer y releer. Cuando escribimos algo, no solemos leerlo con detenimiento, quizás por exceso de confianza o por saturación. Sin embargo, el trabajo de lectura después de escribir es tan o más importante que la propia redacción del texto. Una clave para hacerlo con éxito es no revisar hasta pasadas algunas horas.

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