Hace más de 4 años, en los albores de este blog de Escuela de Autores de la Revista Comunicar, ya habíamos adelantado en el post “Leer: la primera tarea” que uno de los errores más frecuentes previos al proceso de investigación era la falta de lectura de otras investigaciones relacionadas con el objeto de estudio. Esta “falta” puede manifestarse de dos formas: 1. Por insuficiencia de referencias y, 2. Por discriminación de documentos.

El primer caso ocurre cuando un investigador no realiza una búsqueda adecuada, amplia y suficiente de documentos científicos, o simplemente se conforma con unos pocos materiales (a veces desactualizados y fuera de contexto) para fundamentar su investigación. El segundo caso, todavía más común, ocurre cuando la búsqueda de documentos científicos se hace únicamente sirviéndose de motores de búsqueda (como Google, Google Académico o Bing), o repositorios y bases de datos de carácter local y regional, incluso con términos de búsqueda solamente en español.

En este orden de ideas, para realizar correctamente una revisión de literatura, el investigador debe primeramente conocer su tema, ser lector interesado de este, conocer sus referentes, su recorrido histórico, sus principales representates y referencias y, por supuesto, las revistas top del área.

En segundo lugar, el investigador debe conocer los términos de búsqueda (en inglés, lengua franca de la investigación) más idóneos, pertinentes y utilizados para referirse al tema que desea buscar. Por ejemplo, es común encontrarse investigadores nóveles que realizan búsquedas en las bases de datos con palabras clave que nada tienen que ver con su tema, pero que son traducciones literales del término en español.

Con los términos de búsqueda precisados, el investigador debe conocer cómo se realizan las búsquedas en las bases de datos de referencia internacional (Web of Science, Scopus, PubMed…) y los criterios de discriminación (por año, materia, tipo de documento) y algoritmos booleanos. Esto nos permitirá revisar las investigaciones emergentes, leer sus resúmenes y realizar un mapping del estado de la cuestión.

Este “mapeo” de la literatura científica nos permitirá descubrir las diversas posiciones epistemológicas y debates que ha tenido el objeto de investigación en el tiempo, las disciplinas desde las que se ha tratado el tema, los tipos, diseños y alcances de investigación más comunes que se han utilizado para investigarlo y las tendencias más actuales. Es aquí, una vez realizado este ejercicio, cuando un investigador podría estar listo para llevar a cabo el planteamiento de la investigación.

Redacción de la revisión de literatura

La revisión de literatura puede llamarse de distintas maneras: estado del arte, estado de la cuestión, antecedentes de investigación…, pero todos ellos significan lo mismo en la práctica: explicarle al lector el tema, sus implicaciones, sus discusiones científicas y, especialmente, los avances más significativos.

La revisión de literatura es el fundamento teórico de la investigación, que permitirá sustentar los resultados obtenidos y discutir coincidencias y/o desencuentros en el apartado de discusiones, pero sobre todo demostrar que la investigación que se plantea es una contribución científica efectiva, es decir, que aporta nuevos elementos para entender e interpretar una realidad.

Si bien hay temas que pueden ser muy locales o regionales (como por ejemplo estudios sobre el flamenco, o la arquitectura inca), la mayoría de los asuntos de las Ciencias Sociales suelen ser de interés global. En este sentido, una buena redacción de la literatura se basa en tres pilares: idoneidad, actualidad, referencialidad. y suficiencia

  1. Idoneidad: Se trata de la pertinencia y relación que tienen los estudios que se cita con los objetivos de la investigación. Si un estudio busca analizar el impacto que tiene el uso de la gamificación en adolescentes de educación especial y la revisión de la literatura solo habla de conceptos, características e importancia de la gamificación, no será posible, obtenidos los resultados, generar una discusión de altura que avance sobre los antecedentes de la investigación.
  2. Actualidad: No todas las ciencias y disciplinas avanzan al mismo ritmo, por lo que el concepto de “actualidad” dependerá de cada una de éstas. Por citar un ejemplo, si tenemos una investigación que busca analizar la influencia de las youtubers del género haul en la decisión de compra o consumo de productos cosméticos, la mayoría de los estudios que conformen el corpus del estado de la cuestión han de ser actuales, es decir, como máximo de los últimos 5 años. Si por el contrario, nos encontramos que la mayoría de la revisión de literatura es de los clásicos del marketing de la década de 1980-1990 (Kottler, Armstrong, Dvoskin…), el estudio se hará sobre la base de referentes históricos, pero no sobre los avances de la disciplina.
  3. Referencialidad: Este punto resulta de especial relevancia, pues el universo de los buscadores, repositorios y bases de datos están repletos de documentos no-científicos, por lo que debemos aprender a discriminar. Si basamos una investigación en referencias de Trabajos Fin de Grado (tesis de pregrado), Trabajos Fin de Máster (tesis de maestría), documentos de alumnos, documentos docentes, manuales, blogs, revistas locales, entre otros, el trabajo va a carecer de sustento científico, en la medida que la mayoría de estos documentos no pasan por un proceso de revisión de fondo. En este sentido, la mayoría del corpus de referencias de un artículo deben ser artículos publicados en revistas de reconocido prestigio e impacto, que usualmente -aunque no en todos los casos- se encuentran indexadas en la Web of Science (WoS) y Scopus.
  4. Suficiencia: El parámetro de suficiencia está referido a la amplitud de la revisión de literatura. Se estima que para un artículo de investigación empírica en Ciencias Sociales, una revisión de literatura suficiente abarcaría entre 35 y 40 referencias, lo que aumenta si se trata de un estudio (teoría fundamentada, estado del arte, etc).

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