Evaluar un texto científico es una tarea compleja que requiere, por una parte, un conocimiento de la materia sobre la que versa el texto que se va a valorar, pero también una ética profesional. Quienes de alguna manera son el portal o los árbitros del conocimiento en las publicaciones científicas han de tener un criterio lo más objetivo y sólido posible, basado en la experiencia, en el equilibrio y en el rigor en las apreciaciones.

Cuando se envía un manuscrito a una revista, el proceso para su aprobación o desestimación implica una serie de pasos. En primer lugar, se valoran aspectos formales, los cuales suelen estar muy visibles y tienen que ver, por ejemplo, con:

  • Archivos requeridos y plantillas.
  • Metadatos: autoría, afiliación, orcid, abstract, palabras clave, sección, financiación.
  • Temática y/o focus de la revista, directrices de call.
  • Sistemas de referencias, anonimización.

Esta fase, en muchas ocasiones, significa un rechazo fulminante, sobre todo, cuando se comprueba que no se han tenido en cuenta la normativa de la revista o el apartado de chequeo previo.  Para el consejo editorial es un indicativo de que no se conoce la revista, que no se ha leído, y que no se ha tenido mucho cuidado en preparar el texto. Pueden rechazarse artículos porque no se cumplen los aspectos formales (metadatos, estructura y extensión, número y exactitud de palabras clave, normativa de las referencias…).

En relación con el objeto de estudio del manuscrito, muchas publicaciones hacen un primer análisis del contenido, de forma general, para ver si se ajusta a la temática de la revista. Con frecuencia se envían manuscritos que no tienen relación con el enfoque y, por tanto, lo que procede es un rechazo porque el objeto de estudio no se ajusta al tema/focus. En este sentido, las revistas delimitan con claridad su campo, la tipología de estudios que reciben, o los modelos de estructura de investigación. Si se envía un texto que no sigue estas indicaciones el rechazo es directo. También son causa de desestimación, en esta primera fase, que el trabajo presente un número escaso de referencias, que estas estén desactualizadas, que la investigación no aporte una metodología sólida, que la muestra sea reducida y/o local, o que las conclusiones no sean originales y significativas.

Si el texto enviado supera esta primera fase pasa a la revisión por pares. Muchas revistas tienen procesos muy rigurosos con varias rondas en las que los expertos evalúan la consistencia del trabajo en orden a las exigencias de un texto científico, la metodología de la investigación y su estructura.

Los informes de revisión se hacen desde el rigor, la cortesía y la crítica constructiva. Por ello es importante que sus indicaciones sean admitidas como una opción de mejora y aprendizaje. A menudo la atención, justificación y respuestas certeras a las recomendaciones e indicaciones ayudan a que el texto sea definitivamente aprobado.

Una revisión se basa en una buena lectura del texto que va a valorarse desde una perspectiva objetiva. Esto implica que, desde la experiencia y el conocimiento de quien revisa, se compruebe, por un lado, la solidez del marco teórico y estado del arte en cuanto a cómo se expone, y, por otro, la calidad y cantidad de información de acuerdo con lo novedoso de la aportación y con el constructo teórico que se trata de plantear. Las valoraciones se realizan atendiendo a:

  • Cómo el título y resumen exponen con claridad y una estructura adecuada el objeto del trabajo.
  • La relevancia, actualidad y originalidad del trabajo en cuanto a la temática.
  • El alcance de la revisión de la literatura.

En este sentido es importante la atención a las referencias bibliográficas, variadas, actualizadas y coherentes con la línea de argumentación. No conviene abusar de la autocita o citar sin necesidad. Un buen revisor capta esos círculos y tendencias, y un mal revisor sesga su valoración por las opciones teóricas personales.

  • Citaciones variadas y apropiadas.
  • Referencias utilizadas.

Otro aspecto importante de la revisión se centra en la metodología utilizada, así como en los resultados y discusiones. Dependiendo del estudio y su alcance, el rigor metodológico se aprecia en cómo se plantean las cuestiones de investigación, los objetivos, las hipótesis y en consecuencia el tipo de investigación, y/o modelo que sigue el estudio. Todo ello debe estar relacionado con lo planteado en el estado del arte. Junto a eso la definición del instrumento o instrumentos utilizados, si procede, su validación y pilotaje son otro de los indicativos de un buen planteamiento metodológico. Finalmente, la revisión debe estimar el grado de avance en cuanto a los resultados y la discusión que se realiza sobre ellos. Exponer los hallazgos sin comentario y discusión empobrece la calidad de un texto científico y limita la significatividad de lo que se aporta.

En cuanto a las conclusiones, en una revisión se mira la consistencia de los resultados obtenidos, de acuerdo con los objetivos planteados. Suele penalizarse que las conclusiones no expongan de manera convincente los logros, y que se dediquen a repetir ideas que no se deducen de lo trabajado, o son obviedades.

Por último, también en una revisión se indican apreciaciones relativas a la estructura y organización del artículo, así como cuestiones de redacción, de argumentación, de escritura científica y, a veces, de uso del inglés.

Los revisores pueden ofrecer opiniones diferentes debido a sus afiliaciones conceptuales, sus enfoques epistemológicos, conocimientos metodológicos, ideologías, etc. Los editores ajustan estás divergencias y envían los informes, a los que debe darse respuesta contestando de manera clara y exponiendo los cambios realizados en función de las recomendaciones.

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