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Uno de los grandes problemas de los investigadores noveles se fundamenta principalmente en la falta de lectura de otras investigaciones. No en vano, la mayoría de las revistas científicas del campo de las Ciencias Sociales exigen que los manuscritos contengan un marco teórico o estado del arte en la introducción que permita no solo poner en contexto a los lectores sobre el tratamiento académico que ha tenido el problema de investigación y sus antecedentes, sino también para evidenciar ante los revisores que el autor del artículo ha revisado con pertinencia, idoneidad, profundidad y suficiencia las investigaciones relativas al ámbito del estudio.

“Lo que mal empieza, mal acaba” (Eurípides).

Hay que recordar que escribir un artículo científico es la fase final de un proceso de investigación (difusión), por lo que es erróneo pensar que hay que leer “para hacer un artículo”. Leer debe ser el paso inicial incluso para determinar el objeto de estudio, es decir, antes de decidir el problema de investigación, teniendo siempre en cuenta que una investigación busca aportar un conocimiento nuevo. En este sentido, es imposible conocer sobre la originalidad de nuestra investigación, sus límites y antecedentes sin que previamente hayamos hecho un análisis exhaustivo sobre el tratamiento que ha tenido el problema que se desea tratar.

Por supuesto, la revisión de la literatura científica debe ser formulada desde los índices de alto impacto (JCR), mediano impacto (Scopus/Scimago), de forma descendente hasta las bases de datos, repositorios de menor impacto o de Open Access (Latindex, Dialnet, Google Scholar), libros, abstracts de congresos no indexadas, etcétera; nunca al contrario. Debemos recordar que los índices de alto y mediano impacto nos garantizan productos de mayor calidad científica -básicamente por sus estándares de revisión y actualización-, lo que repercutirá directamente en la calidad de nuestra lectura, ergo de la investigación y su difusión.

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