En el mundo de las publicaciones científicas, como en todos los ámbitos de la vida, hay debates más o menos permanentes que en muchos casos surgen y responden a discusiones estériles y desenfocadas. Una de ellas, sin duda, es la diatriba si los investigadores y los autores debemos pagar por publicar, porque muchas revistas científicas, especialmente las de mejor posicionamiento en JCR y Scopus, exigen una APC (tasa para publicar), una vez aceptado el trabajo, a veces de importes económicos importantes.

El debate, sin duda está, en muchos casos, mal planteado. La primera premisa que debe quedar clara es que el autor, de su nómina personal, no es ético ni justificable que deba abonar tasas de publicación para una actividad que es resultado de su ejercicio profesional y que debe soportar su propia empresa (universidad, centro de investigación, institución…), ya que los créditos de la misma aparecen siempre junto con la autoría generándole réditos de reconocimiento y prestigio nacional e internacional.

En segundo lugar, no tiene sentido rasgarse las vestiduras porque las empresas privadas, que realizan la labor de edición como una actividad comercial más, cobren por los servicios que prestan, confundiéndose la elaboración previa del trabajo de investigación del autor, con las labores de edición y difusión del mismo, que realizan las revistas con sus equipos. Si todos los bienes básicos tienen un coste, obviamente también lo tiene este tipo de actividad editorial, con importes variables en función del propio juego del mercado y del prestigio e indexación de las revistas científicas.

Confundir el movimiento “open access” con el pago por publicar es un error grave, tan asentado como artificial. La ciencia abierta defiende que los trabajos de investigación, que han sido soportados con fondos públicos, sean también, en su fase final de publicación, manuscritos accesibles para la comunidad científica, para que así generen la visibilidad y reviertan en el interés social. Garantizar esta accesibilidad final está vinculada también a los soportes financieros. Si publicamos en revistas sostenidas con fondos públicos o entidades sin ánimo de lucro, los procesos de edición serán gratuitos para los autores y no contarán tasas para los lectores, ya que la financiación previa lógicamente la satisface. En cambio, en el caso de empresas editoriales privadas, se ha ido migrando del pago del lector (vía suscripciones o compras directas) al pago por el autor (APCs), como vía de financiación de las empresas editoras, o incluso con fórmulas mixtas.

La ciencia abierta promueve que todos los trabajos financiados con fondos públicos estén en abierto, para ello es exigible mejorar la calidad y el prestigio del tejido editorial público, manteniendo con fondos de todos exclusivamente aquellas publicaciones de alta calidad y rigor científico. Mientras tanto, es necesario también que se establezcan medidas regulares de apoyo a los investigadores para que estos puedan “desembargar” sus trabajos en las revistas privadas de prestigio con fondos públicos, para garantizar este doble principio que no es incompatible: la mejor y más alta difusión de la investigación de calidad y la publicación en las revistas de máximo prestigio, visibilidad e impacto, en caso de que estas sean de entidades comerciales.

La ciencia abierta es el modelo y la aspiración de todos, porque como bien básico que asegura el desarrollo de los pueblos, esta no puede estar sometida a los arbitrios del mercado. Para ello, los investigadores excelentes deben tener recursos dignos para la investigación y en consecuencia todos los apoyos para su difusión y visibilidad. Investigar y editar tiene un alto coste y es evidente que en ningún caso ha de salir de los bolsillos del investigador ya que es parte de su trabajo.

El debate de pagar o no pagar por publicar es estéril y parcial. El trasfondo no es solo la fase final de la edición, sino todo el apoyo global que ha de tener la investigación desde sus inicios, hasta su difusión por la comunidad científica.

El tejido editorial para la ciencia es el que hay que cuestionar y replantear. ¿Por qué los servicios editoriales públicos no han sido capaces de absorber y editar los mejores papers de resultados de investigación, la ciencia de calidad, contando con los recursos de todos? He aquí el dilema que nos hemos de plantear. ¿Por qué organismos como la FECYT en España, y similares en otros países, no potencian y financian revistas de calidad contrastada e indexación de excelencia, editadas por sociedades no lucrativas y universidades públicas/privadas, para fomentar una verdadera ciencia abierta?

Rasgarse las vestiduras en el miope debate del pagar o no pagar por publicar es ver una sola gota en un universo muy amplio, pero no por ello no aspirable.

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