Uno de los elementos sine qua non de toda publicación científica es la revisión. Hay quienes dicen que una revista o congreso es de calidad, no necesariamente por su posición en índices de impacto internacional, sino por la eficacia de sus revisiones, pues al final estos ejercen una labor de gatekeeper o portero desde su sapiencia, experticia y experiencia.

La tarea del revisor debe ir más allá de ser un juez que, amparado por la anonimidad, rechace o destruya el trabajo de unos autores. De hecho, el revisor lejos de ser un inquisidor, debe ejercer un rol pedagógico en el que, sin necesidad de aceptar todo lo que le llega, permita a los autores con sus observaciones mejorar la investigación y/o el manuscrito, o al menos encaminarlos a ello, aunque el mismo vaya a ser rechazado.

Sin embargo, la tarea del revisor no suele ser recompensada para la carga de trabajo que supone leer de forma crítica el manuscrito, buscar y referenciar estudios que ayuden a mejorar el estudio en revisión, y redactar las observaciones de forma pedagógica. Algunas editoriales como MDPI o Frontiers -enviadas al ostracismo por ANECA– fomentaron el reconocimiento para los revisores con vouchers de descuento de APC. Otros -como es el caso de Emerald Publishing o El Profesional de la Información– permiten a los revisores el acceso abierto durante un período de tiempo a todos los artículos de sus revistas, mientras que en el caso de la Revista Comunicar, y algunas revistas de PlatCom como Index.Comunicación, Revista Latina de Comunicación Social, y Revista Mediterránea de Comunicación, realizan anualmente reconocimientos para sus mejores revisores, tanto en cantidad, como en calidad.

Si bien es cierto que la inclusión del trabajo de revisión científica dentro de los baremos de sistemas de acreditación del profesorado y agencias de calidad ha incentivado que más investigadores deseen incorporarse al staff de revisores de revistas de primer nivel, y que gracias al registro de revisiones emprendido por Publons (Clarivate Analytics) justificar y compilar este mérito es más fácil, no es menos cierto que aún queda mucho camino por recorrer en el reconocimiento de esta labor, tanto por el grueso de las publicaciones y congresos, como por las agencias de evaluación, pues una revisión sesuda y bien hecha no solo requiere tiempo, sino también conocimiento actualizado sobre un tema y experticia investigadora.

La anomia y el retraso de los procesos editoriales: En busca de una solución

Los editores de revistas científicas y algunos coordinadores de monográficos (special issue editors) pueden dar fe de lo difícil que resulta encontrar revisores comprometidos que colaboren en estos procesos. En el caso de la Revista Comunicar se cuenta con un banco de 1058 revisores de 54 países, lo que permite enviar cada artículo que pasa el primer proceso de revisión en mesa editorial a entre 8 y 12 revisores, pudiendo alcanzar una media de entre 4 y 6 revisiones efectivas por artículo. Sin embargo, esto, lejos de ser la norma, es una excepción.

En la mayoría de los casos, las eternas dilaciones de los procesos editoriales se deben a que los revisores no responden o -en el mejor de los casos- rechazan hacer la revisión. Esto hace que los editores deban enviar a otros revisores el manuscrito, darles un tiempo prudencial para responder, y así ad infinitum, lo que resulta óbice del cumplimiento de los tiempos de revisión, ergo de la pérdida de vigencia y actualidad de la investigación, e incluso en artículos que terminan por ser rechazados después de muchos meses -o años- que son condenados a no poderse enviar a otra publicación, porque su contenido ha quedado obsoleto.

Más allá de que es un compromiso ético de todo investigador ayudar a las publicaciones científicas y a nuestros colegas con revisiones bien hechas y a tiempo -o al menos a rechazar rápidamente la invitación-, no es menos cierto que algo falla en la fórmula: el incentivo es, en la mayoría de los casos, nulo o escaso. Aquí podemos entrar en el sempiterno debate de si las revistas que cobran APC deben pagarles a los revisores, o si las agencias de evaluación del profesorado deben darle un papel más significativo a este rol.

Si bien la fórmula del voucher de descuento de APC implementada, entre otros, por MDPI o Frontiers, fue efectiva en el caso español -mientras duró la pax publicatio en ANECA-, este sistema sirve siempre que la editorial tenga muchas revistas indexadas que hagan deseable tener un incentivo en esa «cuenta». Así pues, podría ser un método que pudieran implementar grandes editoriales como Elsevier, Taylor & Francis, Springer, Wiley, o SAGE. Sin embargo, generar un cambio de políticas de estas editoriales desde una reflexión umbilical iberoamericana no solo es un ejercicio baladí, sino utópico.

Por tanto, resulta un análisis menos ilusorio cambiar el sistema de «adentro hacia afuera». Esto significaría darle más peso a las revisiones en los procesos de acreditaciones del profesorado, o mejor aún, en las evaluaciones continuas (sexenios), pues si algo ha demostrado este sistema de evaluación de la investigación y transferencia -más novedosa, pero no menos polémica- es que ha servido como un incentivo para la producción, tanto que en España le han puesto nombre: “efecto ANECA” o ”efecto CNEAI”.

Rafael Repiso, Daniel Torres-Salinas e Ignacio Aguaded en este artículo, abogan por la inclusión de la gestión editorial como mérito de transferencia, apuntando que el sistema universitario español no incentiva esta labor y, aprovechando las buenas intenciones -a la vez que el desorden- de ANECA con la determinación de los méritos objeto de los sexenios de transferencia, dan argumentos de peso para que este trabajo sea al menos reconocido en estas evaluaciones.

En esta misma línea creo que es necesario incentivar el debate de si las revisiones deben también considerarse mérito de transferencia, sobre todo entendiendo el papel pedagógico que deben tener los revisores desde su conocimiento y experticia científica para con otros investigadores y publicaciones, lo que abarcaría un importante y trascendental plano que le daría sentido -e incentivo- a esta actividad, cerrando el trinomio reconocimiento autor (mérito de investigación), revisor y editor (méritos de transferencia).

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